La cuchara menguante by Sam Kean

La cuchara menguante by Sam Kean

autor:Sam Kean [Kean, Sam]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Ciencias naturales
editor: ePubLibre
publicado: 2011-07-21T04:00:00+00:00


Parte IV: LOS ELEMENTOS DEL CARÁCTER HUMANO

12. Elementos políticos

LA mente y el cerebro humanos son las estructuras más complejas que conocemos. Imponen en los humanos una carga de deseos fuertes, complicados, a menudo contradictorios, e incluso algo tan austero y científicamente puro como la tabla periódica refleja esos deseos. Al fin y al cabo, fueron seres humanos, y por tanto falibles, quienes construyeron la tabla periódica. Más aún, la tabla periódica es donde lo conceptual se encuentra con lo terreno, donde nuestras aspiraciones por conocer el universo, las más nobles facultades humanas, tienen que interactuar con la sustancia material de que está hecho nuestro mundo, la materia de que están hechos nuestros vicios y limitaciones. La tabla periódica encarna nuestras frustraciones y fracasos en todos los campos de la empresa humana: la economía, la psicología, las artes, y, como demuestra el legado de Gandhi y las disputas legales sobre el yodo, la política. La historia de la tabla es científica pero también, y no en menor medida, social.

Esa historia social puede seguirse especialmente por Europa, comenzando por un país que fue un peón de las potencias coloniales tanto como lo fue la India. Como si no fuera más que un pobre escenario ambulante, de Polonia se había dicho que era un «país sobre ruedas», en referencia a todas sus salidas y entradas en el escenario del mundo. Los imperios que rodeaban a Polonia (Rusia, Austria, Hungría, Prusia, Alemania) llevaban mucho tiempo con refriegas sobre este llano e indefenso ruedo, tomando turnos para hacerse políticamente con el «patio de recreo de Dios». Si se escoge un mapa al azar de cualquier año de los últimos cinco siglos, lo más probable es que Polska (Polonia) no esté en él.

Así que no debe extrañar que Polonia no existiera cuando uno de los más ilustres polacos de todos los tiempos, Marie Sklodowska, nació en Varsovia en 1867, justo cuando Mendeléyev estaba construyendo sus grandes tablas. Rusia había engullido a Varsovia cuatro años antes tras una revuelta por la independencia condenada al fracaso desde el principio (como la mayoría de las polacas). La Rusia zarista tenía una opinión retrógrada sobre la educación de las mujeres, por lo que fue su propio padre quien actuó de tutor. Demostró aptitudes para la ciencia ya en la adolescencia, pero también se unió a activos grupos políticos e hizo campaña por la independencia. Tras manifestarse demasiado a menudo contra la gente equivocada, Sklodowska decidió que lo más prudente era mudarse al otro gran centro cultural de Polonia, Cracovia (que por entonces, ¡ay!, era austriaca). Tampoco allí consiguió la formación científica que deseaba. Por fin se trasladó a la Sorbona en el lejano París. Planeaba regresar a su patria tras obtener un doctorado, pero se enamoró de Pierre Curie y se quedó en Francia.

En la década de 1890, Marie y Pierre Curie iniciaron la que tal vez haya sido la más fructífera colaboración en la historia de la ciencia. La radiactividad era el campo de estudio más flamante del momento,



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