Alias Grace by Margaret Atwood

Alias Grace by Margaret Atwood

autor:Margaret Atwood [Atwood, Margaret]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1996-01-01T05:00:00+00:00


28

Al día siguiente el doctor Jordán me trae el rábano prometido. Está lavado, le han cortado las hojas y es muy fresco y crujiente; no tiene la gomosa consistencia que adquieren cuando son viejos. Ha olvidado la sal pero no se lo digo, pues a caballo regalado no hay que mirarle el diente. Me como rápidamente el rábano —en la cárcel he aprendido a devorar la comida, porque te la tienes que terminar antes de que te la quiten— y me deleito con su fuerte sabor, muy parecido al del mastuerzo. Le pregunto cómo lo ha encontrado y me contesta que es del mercado, aunque él tiene intención de cultivar un pequeño huerto en la casa donde vive, allí hay sitio suficiente y ya ha empezado a cavar. Eso sí que se lo envidio.

Después le digo: se lo agradezco con todo mi corazón, señor, este rábano ha sido como el néctar de los dioses. Me mira sorprendido al oírme emplear semejante expresión; pero eso es sólo porque no recuerda que he leído los poemas de sir Walter Scott.

Como ha tenido la consideración de traerme el rábano, me dispongo a seguir contándole mi historia de tal forma que resulte lo más interesante posible y contenga gran riqueza de detalles para corresponder en cierto modo a su regalo, ya que siempre he creído que amor con amor se paga.

Cuando interrumpí el relato la última vez, señor, creo que el señor Kinnear se había ido a Toronto y que Jamie Walsh había acudido a la casa a tocar la flauta, y hubo una preciosa puesta de sol y después me fui a dormir con Nancy, pues ella tenía miedo de los ladrones cuando no había ningún hombre en casa. Nancy no contaba a McDermott porque éste no dormía en la casa propiamente dicha; o a lo mejor no lo consideraba un hombre o creía que se pondría del lado de los ladrones y no contra ellos. No me dijo lo que pensaba.

Subimos, pues, por la escalinata con nuestras velas. El dormitorio de Nancy, como ya he dicho, se encontraba en la parte posterior de la casa y era mucho más espacioso y bonito que el mío, aunque no disponía de un vestidor aparte como el del señor Kinnear. Pero tenía una cama mullida con un quilt de verano de muy buena calidad en tonos rosa y azul claro sobre fondo blanco; era el modelo Escalera Rota. Nancy tenía un armario lleno de vestidos y yo me preguntaba cómo era posible que hubiera ahorrado el dinero suficiente para comprarse tantos, pero ella me decía que el señor Kinnear era un amo muy generoso cuando le daba por ahí. También tenía un tocador con un tapete con capullos de rosa y lirios bordados, una caja de madera de sándalo donde guardaba los pendientes, un broche y sus tarros de afeites y lociones, porque antes de irse a la cama se engrasaba la piel de la cara como si fuera una bota. También tenía un frasco de agua de rosas que olía muy bien.



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