1977 by David Peace

1977 by David Peace

autor:David Peace [Peace, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2000-01-01T05:00:00+00:00


Tercera parte

Dios salve a la reina

John Shark: ¿Otro oyente?

Oyente: Sólo quiero decir que es una buena reina, ella es Gran Bretaña.

John Shark: ¿Sólo eso?

Oyente: Sí.

The John Shark Show

Radio Leeds

Miércoles, 8 de junio de 1977

11

Leeds.

Miércoles, 8 de junio de 1977.

Está pasando otra vez:

Cuando los dos sietes chocan…

Arrojado por otro amanecer tórrido a otro escenario antiguo con sus muertos amontonados, de Soldier’s Field hasta aquí, y está volviendo a pasar.

Miércoles por la mañana, las puertas abiertas de par en par, la mañana siguiente a la noche anterior, los banderines desgarrados, las banderas nacionales arriadas.

Los nudillos blancos y tensos en una oración alrededor del volante, el acelerador a fondo.

Las voces de mi cabeza avivadas por la muerte:

Miércoles por la mañana, una chaqueta por encima de la mujer, las botas puestas encima de sus muslos, un par de braguitas blancas colgadas de una pierna, un sujetador rosa subido, el estómago y los pechos vaciados con un destornillador, el cráneo hundido con un martillo.

Coches y furgonetas chirrían en todas direcciones, gimen:

Rumbo a Chapeltown.

Aparco, rezo, ofrezco un trato:

Por favor, Dios, querido Dios, por favor, que esté bien, por favor, que sea otra persona y, si ella está bien y se trata de otra persona, la dejaré en paz y volveré con Louise y volveré a intentarlo. Amén.

Abandono el Granada de Eric en una esquina y sigo las sirenas por todo Chapeltown.

Chapeltown… nuestra ciudad durante un año; la calle llena de árboles con su gran casa vieja, el pisito cochambroso que llenamos de sexo, en el que nos escondimos del resto del mundo, del resto de mi mundo.

Y doblo la esquina para entrar en Reginald Street, las luces azules giran lentamente, muertos vivientes en todas las puertas con sus botellas de leche y las bocas abiertas, y yo paso por delante del centro cívico, por delante de los policías uniformados, paso por debajo de la cinta y cruzo las verjas, me adentro en el parque infantil, es éste el escenario antiguo en el que nosotros los actores movemos los miembros de madera y nos rascamos las cabezas de madera con las manos de madera, y Ellis me mira y dice:

—Dios. Joder…

Oldman, Noble, Prentice, Alderman y Farley; Rudkin viene hacia mí corriendo por el campo de juegos.

Y me quedo mirando el cadáver tirado en el suelo cubierto por una chaqueta, maldigo a Dios y a todos sus ángeles, sabor de sangre y de final en la boca:

Puedo ver pelo negro tirado en la tierra.

Rudkin me alcanza, me da la vuelta y pregunta: «¿Dónde coño estabas? ¿Dónde coño estabas? ¿Dónde coño estabas?», una y otra vez.

Y yo no puedo apartar la mirada del cadáver que hay en el suelo, debajo de la chaqueta, sigo maldiciendo a Dios y a todos sus putos ángeles, y pienso:

No hay más infierno que éste.

Maldigo todos esos falsos infiernos repletos de impostores: esos generales y sus brujas.

Veo pelo negro.

—Lleváoslo de aquí, joder.

Y Rudkin me levanta y me saca de allí y nos cruzamos en el camino con un hombre en bata y pijama que



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