Memorias de un hijueputa by Fernando Vallejo

Memorias de un hijueputa by Fernando Vallejo

autor:Fernando Vallejo [Vallejo, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2019-03-31T16:00:00+00:00


¿Sí será cierto que existe el infierno? ¿Quien afirma su existencia le ha visto acaso los cuernos a Satanás? Un médium trató de comunicarme con él y no pudo. Uno de esos que mueven mesas con solo extender sobre ellas las manos haciéndolas sonar como un catre fornicante que chirría por el brusco vaivén de los que se le montaron encima. Lo más que logró mi médium fue un humito azufroso. Ya no quedan relojeros ni médiums que sirvan. Son oficios en vías de extinción. Para encontrar un médium de verdad, uno bueno, hay que volver al siglo XIX, ¿pero en qué? La máquina para volver al pasado no existe, el Tiempo no se toca la cola, ontológicamente algo se lo impide. Gira en los relojes pero yendo hacia adelante montado en una flecha.

—Excelencia, si gusta, lo comunico entonces con Hitler.

—No. Un tipo inmundo.

—¿Con Stalin?

—No. Otro.

—¿Con Mussolini?

—Otro.

—¿Con Franco?

—Otro.

—¿Con el rey de España?

—¿Con Juan Carlos, el asesino de elefantes? Ese ladrón que puso Franco todavía alienta. Si quisiera comunicarme con él, viajaría a España a darle su buen bofetón en la cara a ese cobarde. Vive rodeado de guardaespaldas. No anda solo como yo que me acuesto con diez negros cuchilleros a la vez y me hace cosquillas la Muerte.

Voy a vomitar, voy a vomitar. Vomité el Siglo de Oro, ¡qué descanso! Vomité el barroco musical, ¡qué descanso! Vomité los timbales de Beethoven, ¡qué descanso! Vomité a Picasso, a Dalí, a Andy Warhol, ¡qué descanso! Voy a vomitar a Victor Hugo y a Balzac, abran paso, abran paso. ¡Qué descanso!

Muy peligrosas estas náuseas mías que no sé de dónde salen. ¿Serán un aura? ¿Pero de qué? Epiléptico no soy, aún no me lo he diagnosticado. ¿Qué está pasando entonces? ¿O qué irá a pasar? ¿Va a estallar la guerra nuclear? Sería una solución colectiva, un happening planetario.

El panorama luce desolador, de dar grima. Un cielo tenebroso arriba, y abajo cayendo y subiendo volátiles cenizas. El viento las levanta y la gravedad las vuelve a asentar. Ni van para arriba ni van para abajo. Van al garete sin barco. No quedó nada, cenizas de nada en el alma de nadie. Ni un historiador para historiarlo. ¿Lo produjo la ambición de uno, o de dos? No. La paridera de muchos. Por eso siempre quise salvar a la humanidad esterilizándola de sus mujeres antes de que estas Evas desatadas en edad reproductiva se desencadenaran a seguir haciendo el mal. Ahí tienen el pastelito que hornearon. Nadie me oyó, nadie me oye. Hasta donde sé los sordos no oyen y las cenizas tampoco. Y ahí van las cenizas como va en la ópera de Verdi la donna mobile qualpluma al vento.

El otro día subió al bus un desechable de los de garrote y arengó así a los pasajeros: «No quiero robar ni matar. Tengo hambre, tengo hambre, tengo hambre». Y un gruñido espeluznante. Aterrados fuimos sacando los monederos, pero al primero que le dio una moneda se la tiró al suelo iracundo, como el cura del pueblo de Chalán.



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