La Chica del Tren by Paula Hawkins

La Chica del Tren by Paula Hawkins

autor:Paula Hawkins
La lengua: spa
Format: mobi
Tags: Intriga, Novela, Suspenso
editor: eBooks Xibalba
publicado: 2016-08-01T06:00:00+00:00


Jueves, 1 de agosto de 2013

Mañana

Algo me tapa la cara. No puedo respirar. Me estoy ahogando. Cuando me despierto, respiro con dificultad y me duele el pecho. Me incorporo con los ojos abiertos como platos y veo algo moviéndose en un rincón de la habitación, una densa negrura que no deja de crecer, y casi suelto un grito, pero entonces me despierto del todo y me doy cuenta de que ahí no hay nada. Estoy sentada en la cama y tengo las mejillas cubiertas de lágrimas.

Ya casi ha amanecido. En la calle, la luz está comenzando a teñirse de gris y la lluvia de los últimos días sigue repiqueteando contra la ventana. Ya no voy a dormir otra vez, no con el corazón latiéndome con tal fuerza que casi duele.

No estoy segura, pero creo que hay algo de vino en la planta baja. No recuerdo haberme terminado la segunda botella. No la metí en la nevera, así que estará caliente. Cuando lo hago, Cathy las tira. Tiene tantas ganas de que mejore… Hasta el momento, sin embargo, las cosas no están saliendo según su plan. Hay un pequeño armario en el pasillo, donde se encuentra el contador del gas. Si quedaba algo de vino, debí de guardarlo ahí.

Salgo al pasillo y, a media luz, bajo la escalera de puntillas. Abro el pequeño armario y saco la botella: es decepcionantemente ligera, no debe de quedar más que un vaso, pero es mejor que nada. Me lo sirvo en una taza (por si aparece Cathy: así puedo fingir que es té) y tiro la botella a la basura (asegurándome de esconderla debajo de un cartón de leche y una bolsa de patatas fritas). En el salón, enciendo el televisor, le quito el sonido y me siento en el sofá.

Me dedico a zapear. No dan más que programas infantiles y publirreportajes hasta que, de repente, reconozco Corly Wood, una zona boscosa que hay cerca de casa. Corly Wood aparece bajo una lluvia torrencial: los campos entre la línea de árboles y el tren están completamente sumergidos.

No sé por qué tardo tanto en darme cuenta de qué es lo que está sucediendo en las imágenes. Durante diez, quince o veinte segundos me limito a mirar los coches, la cinta azul y blanca y la carpa blanca al fondo mientras mi respiración se vuelve cada vez más corta y rápida hasta que, al final, dejo completamente de respirar.

Es ella. Ha estado en el bosque desde el principio, al otro lado de las vías. He pasado por delante de esos campos cada día, mañana y tarde, sin sospechar nada.

En el bosque. Imagino una tumba cavada bajo la maleza y cubierta apresuradamente. Luego imagino cosas peores, cosas imposibles: su cuerpo colgado de una cuerda en lo más profundo del bosque, donde nunca hay nadie.

A lo mejor no es ella. Quizá se trate de otra persona. Pero sé que no puede tratarse de nadie más.

En un momento dado, aparece en pantalla un reportero de pelo moreno y engominado.



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