La caída del imperio romano by Peter Heather

La caída del imperio romano by Peter Heather

autor:Peter Heather [Heather, Peter]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2004-12-31T16:00:00+00:00


Su plano [urbano] es cabalmente digno de elogio; de hecho, la regularidad de sus calles se asemeja a la de una plantación. Posee una sala de conciertos… y un puerto de apariencia muy curiosa que parece poner ante nosotros, hasta donde alcanza la vista, un mar en calma en el que nada han de temer los barcos. Allí se encontrará una oferta pública excepcional: la de la calle de los plateros (vicus argentariorum). Y en cuanto a las diversiones, sus habitantes sólo se emocionan con un único espectáculo: el de los juegos del anfiteatro.[49]

No es lo que podría hallarse en una guía actual, pero la vida urbana de la Antigüedad estaba totalmente centrada en la imposición de un orden racional, civilizado, en el páramo bárbaro (véase el capítulo 1), y nada podía simbolizar mejor ese propósito que una red de calles bella y regular. Tal como sugiere la Expositio, la ciudad también ofrecía algo más que el habitual conjunto de edificios públicos. Aparte de la sala de conciertos y del anfiteatro, se ufanaba también de su teatro y, a partir de principios del siglo III, de un circo en el que setenta mil espectadores podían contemplar sentados las carreras de carros. Más allá del puerto se encontraba el vasto complejo de las termas de Antonino, del siglo II, y en el centro de la ciudad, en torno al cerro de Bursa, se hallaban los tribunales de justicia, los edificios municipales y el palacio del gobernador. Aquí se ubicaba también el Memorial cubierto por una cúpula en el que fue asesinado Bonifacio.

Alrededor de los edificios públicos había un enjambre de viviendas privadas. Algunas de las de mayor tamaño han sido desenterradas, y varias han revelado unas extensas plantas en las que se aprecian mosaicos de intensos colores, entre las que destacan la «Casa del auriga griego», y la que se conoce con la poética denominación de «Villa de las termas privadas». Sin embargo, aún no se ha excavado el grueso de la zona urbana donde es más probable que haya vivido la mayoría de la población, así que conocemos relativamente pocas viviendas «corrientes». No obstante, todo sugiere que Cartago albergaba a unas cien mil personas, una cifra sólo superada por Roma y Constantinopla en el siglo IV, y en ambos casos, la población había crecido artificialmente debido a la existencia de un suministro subvencionado de alimentos.

Los edificios públicos contribuían a una amplia gama de objetivos culturales.[50] En ellos se practicaban religiones de todo tipo, desde el cristianismo, en sus diversas formas, hasta los cultos paganos tradicionales, pasando por todo género de misterios orientales. Y en medio de todo ello, florecía asimismo la cultura clásica. Agustín, por ejemplo, era un latinista de primera magnitud, y había completado su educación en Cartago. Allí permaneció por algún tiempo para continuar con su carrera de maestro de retórica, y en una ocasión ganó un certamen de poesía latina. El procónsul de África en persona, Vindiciano, hacía la entrega del premio, y él mismo, que era



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