Jane Eyre (trad. Toni Hill) by Charlotte Brontë

Jane Eyre (trad. Toni Hill) by Charlotte Brontë

autor:Charlotte Brontë [Brontë, Charlotte]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1847-01-01T05:00:00+00:00


21

¡Qué extraños son los presentimientos! Lo mismo sucede con las simpatías espontáneas y las señales de que algo va a suceder: las tres cosas forman un misterio indescifrable para la humanidad. Nunca me he reído de los presagios porque yo misma los he tenido. Y creo que existe ese entendimiento inexplicable (por ejemplo, entre parientes lejanos que, pese a no conocerse, sienten entre sí una afinidad que desafía a la razón, prueba de su origen común) cuyos efectos superan la capacidad de comprensión del ser humano. Las señales, hasta donde sabemos, podrían ser una expresión de simpatía de la naturaleza hacia el hombre.

Cuando tenía seis años, una noche oí cómo Bessie Leaven decía a Martha Abbot que había soñado con un niño pequeño y que este tipo de sueños indicaba la inminencia de un problema, ya fuera para uno mismo o para un allegado. La frase se me habría borrado de la memoria de no haber sido por una extraordinaria circunstancia que lo fijó en ella de forma indeleble. Al día siguiente Bessie tuvo que partir a toda prisa: su hermana menor agonizaba.

En los últimos días a menudo había recordado ese trágico incidente: durante la semana anterior apenas hubo una noche en la que mis sueños no forjaran la imagen de un niño, al que a veces mecía en mis brazos o sobre las rodillas, mientras que otras le veía jugando con las margaritas en el prado o con las manos sumergidas en el agua de un riachuelo. El niño lloraba una noche y se reía a la siguiente; ora se acurrucaba junto a mí, ora huía de mis brazos. Sin embargo, fuera cual fuera el humor de la aparición, fuera cual fuera su aspecto, no faltó a nuestra cita nocturna en siete noches consecutivas.

Me desazonaba la continua repetición de la misma idea, esa constante recurrencia de una imagen. El temor se extendió a las horas anteriores al sueño, ya que sabía que la visión se acercaba y con ella la aparición de este bebé fantasmal. El grito me despertó una noche de luna llena, y a media tarde del día siguiente recibí el aviso de que alguien me esperaba en la habitación de la señora Fairfax. Al entrar encontré a un hombre esperándome: daba la impresión de ser el criado de un caballero, vestía de luto riguroso y una cinta negra adornaba el sombrero que sostenía en la mano.

—Me atrevería a decir que no se acordará de mí, señorita —dijo, levantándose en cuanto entré—, pero me llamo Leaven. Fui cochero en casa de la señora Reed cuando usted aún estaba en Gateshead, hace ocho o nueve años, y ahí sigo viviendo.

—¡Robert! ¿Cómo estás? Claro que me acuerdo de ti: a veces me dejabas montar el pony de la señorita Georgiana. ¿Y cómo está Bessie? Te casaste con ella, ¿verdad?

—Sí, señorita. Mi esposa está perfectamente, gracias. Trajo al mundo a otro pequeño hace dos meses: con este ya son tres, y todos están sanos y fuertes.

—¿Y la familia de la casa, Robert?

—Lamento no poder darle buenas noticias, señorita.



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