Jack by Marilynne Robinson

Jack by Marilynne Robinson

autor:Marilynne Robinson [Robinson, Marilynne]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-09-29T00:00:00+00:00


Él estaba deslizándose precipitadamente al ritmo de The Tennessee Waltz, sin prestar demasiada atención a la mujer, muy pequeña, que intentaba mantenerse a su paso, jadeante ya por el esfuerzo, cuando se dio cuenta de que podría hablar de eso con el reverendo Hutchins. Se le había ocurrido una idea que, creía, merecería la pena probar. Iría a Memphis, buscaría la iglesia del padre de Della, asistiría a un sermón y, a la salida, mientras se estrechaban las manos, le diría: «Reverendo Miles, quiero asegurarle que mi relación con su hija fue totalmente honorable». Si veía a Della, lo único que haría sería saludarla con una inclinación de la cabeza. Y también saludaría así a sus hermanos, sin avergonzarse de que en el pasado les hubiera parecido sospechoso. Sería el gesto humilde de un hombre orgulloso, como debía serlo para que le creyeran. La intención de todo eso debía ser parecer capaz de ofrecer esa seguridad por el bien de Della, defender su honor, como dicen. El hecho de que lo que diría fuera absolutamente cierto suponía casi un problema. El que le creyeran cuando la incredulidad se ve reforzada por el empeño en persuadir, por el temor a ser incapaz de conseguirlo, era un problema al que se había enfrentado miles de veces. No sabía calibrar su sinceridad cuando tenía la esperanza de causar impresión con ella. Se presenta como una mosquita muerta, decían o pensaban, cuando todavía era lo bastante joven para hacer el experimento y sentirse tranquilizado por el resultado.

Sabía que su percepción de que mil cosas podían salir mal garantizaba que acabaran saliendo mal. No había manera de recobrar el instante de resolución y optimismo. Pero el reverendo Hutchins podría ayudarle a ver las cosas bajo una luz más positiva. Eso todavía le parecía posible. Así que, una vez que hubo acabado de trabajar, una vez que hubo conducido a la última señora sin aliento de vuelta al banco donde ella había dejado su bolso, bajó las escaleras, salió por la puerta y recorrió las calles hacia la iglesia baptista Mount Zion.

Era martes. Pero creía que su plan tendría mejores consecuencias cuanto antes lo realizara, antes de perder hasta el último ápice de resolución que le quedaba, antes de que los motivos que lo impulsaban empezaran a desviarse hacia la autoprotección: su hija y yo nunca estuvimos cerca, no tiene nada de qué preocuparse al respecto, nada en absoluto, esto lo diría con una sonrisa mundana. Podría haberse detenido a encender un cigarrillo. Un hombre duro, seguramente no de los que tontea con una maestra de escuela.

Había una luz encendida en la segunda planta de la iglesia, sin duda el despacho del pastor. Era una de esas grandes iglesias urbanas erigida con un espíritu de optimismo que el paso de los años y la posibilidad de expropiación pública no habían justificado, una mole ornamentada con grecas de madera que iban perdiendo la pintura bajo la lluvia. Probó tres puertas antes de encontrar una que se abría y entró en el oscuro anochecer de un vestíbulo y unas escaleras.



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