Irresistible by Conchi Liébana García

Irresistible by Conchi Liébana García

autor:Conchi Liébana García [Liébana García, Conchi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-05-03T04:00:00+00:00


Cuando Erika abrió los ojos, la noche ya estaba presente. Todo el cuarto estaba a oscuras salvo por las velas, que aún no se habían llegado a consumir. No sabía qué hora era, pero habían dormido bastante. Se giró lentamente y pudo ver a Cameron justo a su lado, abrazándola mientras dormía plácidamente como un bebé. Su piel estaba caliente, su tacto era suave. Desprendía su habitual fragancia, que resultaba irresistible.

Con cuidado de no despertarle, Erika se levantó muy lentamente y, cuando estuvo de pie, se puso la parte inferior de la ropa interior y la camisa blanca de Cameron para taparse la parte de arriba. Echó una rápida mirada a la botella de champán medio vacía y sonrió. Había sido un encuentro doblemente delicioso. Caminó muy despacio, pero cuando estaba a punto de salir, el suelo crujió bajo sus pies.

Se escuchó un murmullo bajo las sábanas. Se había despertado.

—Eh… —murmuró medio dormido—. Vuelve aquí.

—Tranquilo, no voy a irme a ninguna parte. Enseguida vuelvo.

Abandonó el dormitorio y fue hasta la cocina. Bebió un gran vaso de agua y suspiró. Se revolvió el pelo con las manos y se sintió satisfecha. No era tan malo como había supuesto. Ser la otra cara de la moneda, el as en la manga que Cameron guardaba con tanto fervor.

Dio media vuelta y estaba decidida a volver a la cama cuando, sin razón aparente, entró en el salón bicolor y comenzó a curiosear. Era evidente que ver a su enemiga en todas esas fotos no resultaba agradable, pero podía tolerarlo. Cuando había llenado su cupo de curiosidad, volvió a girarse, pero entonces se topó con el teléfono fijo, colocado sobre una moderna superficie. Se acercó poco a poco y, al entornar los ojos, vio que en la pequeña pantalla del dispositivo aparecía un número en rojo. En concreto, indicaba que había un mensaje en el contestador.

Su pulso saltó por los aires. No necesitaba preguntarse de quién sería. Estaba más que claro. Sabía que escucharlo sería como clavarse un puñal ella misma, pero no podía dejarlo correr. Su mano ya había pulsado el botón cuando quiso cambiar de opinión.

Un pitido y después… la voz de Elizabeth apareció en el aire: «Hola, cielo. Acabamos de llegar a Chicago. Te he llamado al móvil, pero seguramente ya estarás dormido. El viaje en avión ha sido horrible; hemos despegado con una hora de retraso, pero Tommy se ha portado de maravilla, como un auténtico angelito. No para de preguntarme cuándo volvemos. Estamos muy solos sin ti. Si supieras lo mucho que me recuerda a su padre… Tiene suerte de tenernos. Y yo tengo suerte de tenerte. ¿Te lo puedes creer? No hace ni veinticuatro horas que nos hemos separado y es increíble lo mucho que te echo de menos. En fin, no quiero ponerme dramática. Mamá te envía recuerdos y espera que la próxima vez nos acompañes. Ya sabes lo mucho que te aprecia. El fin de semana se pasará volando y el lunes volveremos a casa. Mientras tanto,



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