Imposibles 2 - Recordando lo imposible by Abigail Villalba Sanchez

Imposibles 2 - Recordando lo imposible by Abigail Villalba Sanchez

autor:Abigail Villalba Sanchez [Abigail Villalba Sanchez]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romantica
editor: Amazon Media
publicado: 2014-12-14T23:00:00+00:00


Capítulo XI

Geoffrey bufó con incredulidad y releyó los papeles que tenía delante. Ante él solo había un montón de cláusulas y de condiciones que, de ser de otro modo o quizá en otras circunstancias, no hubiera aceptado. De hecho, incluso en aquellos momentos todo aquel papeleo le parecía una auténtica locura. Pero... tenía que hacerlo porque, en realidad, eso era lo que había ido a buscar a casa de los Meister: ayuda.

—¿Te ves capaz de hacerlo, Geoffrey? —Marcus se acercó a él y le quitó los papeles de las manos para poder estudiar bien su reacción. Se le veía concentrado, serio, era cierto, pero mucho más sereno de lo que había estado en mucho tiempo.

Eso le alegró. Ver a Geoffrey así, después de tanto tiempo en las sombras era como ver un milagro. Y pensar que todo era por una muchacha... Marcus sonrió, reconfortado y sacudió la cabeza para contemplar a su mejor amigo. Aún se le veía dudar, pero la reticencia inicial había desaparecido.

—Puedo encargarme de cualquier negocio, Marcus. —Empezó, con suavidad y se cruzó de brazos, sin dejar de mirar el contrato—. Y acepto las cláusulas que me prohíben beber. Son... lógicas —argumentó y sacudió la cabeza, molesto consigo mismo. Tener que llegar a esos extremos era vergonzoso para su ego pero... así estaban las cosas—. Y el sueldo me parece bien, también.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Geoff? Las habladurías... bueno, tampoco te van a hacer ningún bien.

Geoffrey dejó escapar una carcajada y se encogió de hombros. Después se acomodó en la silla y releyó los términos del contrato. Si aceptaba aquel trabajo... se vería libre de muchas cosas, de muchos errores y, posiblemente, de muchas penurias. La idea de volver a trabajar le atraía, era cierto, pero sabía que eso también significaría sacrificar mucho tiempo y, posiblemente, lo que le quedara de reputación. Aún así... quería hacerlo. Era la única manera de conseguir lo que se había propuesto y aunque sabía que si se lo pedía a Marcus directamente se lo daría, prefería hacerlo por sí mismo.

Suspiró profundamente y cogió la pluma, con la que jugueteó unos segundos entre sus largos dedos. Aún no sabía si realmente iba a funcionar... pero tenía que arriesgarse. A fin de cuentas, Emily le había dejado claro que estaba harta de las palabras... ¿qué mejor manera había de redimirse que con actos? Regalarle a Shyad, el semental de Marcus del que ella estaba enamorada, solo era el primer paso. Y para ello, tenía que trabajar... en el más puro sentido de la palabra. Esta vez pensaba hacerlo todo bien y para ello, tenía que empezar desde abajo.

Le había costado mucho decidirse a inaugurar una nueva forma de vida pero, curiosamente, estaba ilusionado. Ni siquiera el miedo al trabajo físico le echaba para atrás, lo cual era un auténtico consuelo. Nunca había trabajado de capataz en una fábrica pero estaba seguro de que podría hacerlo, al igual de que era capaz de muchas otras cosas. Sí era cierto que él prefería los trabajos de oficina, pero.



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