Cisne blanco by Sandra Arjona Hidalgo

Cisne blanco by Sandra Arjona Hidalgo

autor:Sandra Arjona Hidalgo [Hidalgo, Sandra Arjona]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótica
publicado: 2020-08-22T22:00:00+00:00


Paso una comida tranquila con Lise en la que le cuento todo lo que ha pasado con Mitchell. Empiezo a sentirme bien con ella. Nunca había tenido una amiga y Lise ha estado ahí apoyándome siempre.

Esperaba que Rod me encontrara pronto, pero en cambio no he sabido nada de él. Espero que esté bien. Me despido de Lise en el vestíbulo de mi planta y voy hacia mi despacho. Nada más abrir la puerta de mi oficina sé que está dentro.

No me preguntes cómo, pero siempre sabía cuándo estaba cerca.

El ambiente, cargado; la tensión chisporrotea en el aire. Su aura de poder y dominación lo absorbe todo. Incluso a mí. Entro y sus ojos verdes me acuchillan feroces desde mi silla. Está erguido totalmente, con los codos apoyados en los reposabrazos y los dedos de ambas manos cruzados entre sí a la altura de su boca. Suspiro bajito. Cierro la puerta despacio y frente a él veo a Rod. Ni siquiera me mira y hago una mueca.

—Antes de que me digas nada, he de decir que la culpa fue suya —señalo a Rod y este da un respingo—. Le dije que me diera espacio para comer con mi amiga, no quiero mentirle, él me dijo que no y que me inventara algo. En realidad, yo no lo inventé, Lise se montó una película sobre que Rod nos seguía y yo no lo desmentí —digo aturrullada—. Lo siento mucho, Rod. —Le dedico una sensiblera sonrisa y sus ojos se suavizan un pelín. Todo lo contrario de los de Iván.

—Lana... —empieza a decir con el mismo tono de esta mañana.

Sigue enfadado. Qué bien.

—No, no puedes ponerme en estos apuros. No quieres que nadie se entere de nada, pero me mandas aquí de pronto con un cochazo, y un guardaespaldas, y ropa nueva que salta a la vista que es muy cara. Me hacen preguntas que no puedo y no sé cómo contestar —le digo sin aliento, pero él no mengua su enfado ni un poquito.

—Pues te tendrás que acostumbrar.

Hago una mueca al oírle.

Me llevo la mano a la cara y me pellizco el puente de la nariz. Estoy cansada. Suspiro.

—Déjanos solos, Rod, y que nadie entre.

Rod vuela para acatar sus órdenes.

Vuelvo a suspirar abatida abrazándome a mí misma y ando lentamente hasta el ventanal y apoyo la frente sobre el frío cristal.

—No quiero mentir a Lise —digo al aire en voz baja.

Iván suspira.

—¿Puedes confiar en ella? —me pregunta.

—Yo no confío en nadie —contesto a su vez, y me giro para verle.

Está de pie, sentado en mi mesa con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en la madera.

—Haces muy bien. Si te sientes mejor, dile quién es Rod, pero que no diga nada, Lana. Si tú crees que puede guardarte el secreto, puedes decírselo —dice con frialdad.

Sin expresión, ni emoción. Niego lentamente.

—No quiero contarle a nadie nada de esto. —Nos señalo a ambos y él hace una imperceptible mueca—. Solo dile a Rod que se limite a traerme al trabajo y me espere fuera.



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