Huesos y cenizas by Lena Valenti

Huesos y cenizas by Lena Valenti

autor:Lena Valenti [Valenti, Lena]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Juvenil, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-11-01T04:00:00+00:00


Groove Street Cementery

Cuando nos plantamos frente a la entrada principal del cementerio, custodiada por una puerta egipcia, nos dimos cuenta de que el acceso estaba cerrado. Si mirabas más allá, al interior, las lápidas, cruces, panteones y esculturas de piedra blanca resaltaban entre el horizonte negro y brumoso. Se me puso la piel de gallina.

—No podremos entrar por aquí —aseguró Amy—. Pero hay una entrada por el Jean Pope Park. Solo tenemos que saltar el muro.

—Llévanos —le pidió Taka.

Rodeamos el muro que delimitaba el perímetro del cementerio de New Haven, el más antiguo y también el primero que se erigió como privado. Se construyó con idea a crear manzanas enteras destinadas a familias de la zona. De hecho, aquel lugar era un claro ejemplo de la visión que tenían los seres humanos de la muerte. Preferían yacer juntos, a pesar de hacerlo sin vida. La familia era la familia, ¿no decían eso?

Escalamos el muro de piedra que estaba un poco erosionado y por el que era fácil introducir la punta de los pies para impulsarse. Esquivamos las ramas de los árboles que dificultaban el salto al otro lado, aunque sonara metafórico, y pasamos de la calle de los vivos, al campo de reposo de los muertos.

Nos mantuvimos en silencio, con ojos avizor, cerciorándonos de que ningún fantasma nos perseguiría por aquel ultraje a su descanso eterno, o peor aún, ningún humano nos delatara.

Amy encendió la linterna de su móvil y Taka hizo lo mismo, y nos dispusimos a andar a través de las calles pavimentadas.

A pesar de la solemnidad y del romanticismo gótico que exudaba aquel lugar, también estaba lleno de erudición, y eso me gustaba. Quería saber sobre cada historia, sobre cada tumba, sobre cada caído, fuera como fuese. Veteranos de guerra, exPresidentes, profesores de Yale, familias aristocráticas… ¿Y por qué estaban ahí? ¿A quién custodiaba cada ángel? ¿Por qué parecía que las figuras de piedra hablaban más de los secretos de los muertos que de los miles de cuchicheos que habrían oído de los vivos? ¿Cuántos lamentos y lágrimas habrían presenciado? Habían desde las típicas tumbas de piedras de pizarra de la antigua Nueva Inglaterra y otras con cabezas aladas, hasta las típicas estatuas realistas, moradoras de camposanto y veladoras de los muertos.

Mi mente memorizaría cada detalle, y posiblemente, en sueños, pasearía por allí alguna noche, para estudiarlo todo con más calma. Ahora lo único que podía hacer era limitarme a observar sin analizar demasiado, aunque cada tumba de piedra me llamara y me incitara a detenerme y a leer lo que aún tenían por contar, a pesar de que hubiesen acallado su voz para siempre. El cementerio era un manto verde recorrido por largos pavimentos de piedra grisácea. Las motas de color la ponían el césped verde musgo, en algunas tumbas un tanto más amarillento, los árboles ginkgo y las magnolias plantadas en lugares estratégicos. Y en los muros delimitadores del cementerio, en sus bases, colocadas en línea, habían cientos de lápidas sepulcrales de siglos de edad, oscurecidas por el transcurso del tiempo.



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