Herederos de Roma by Sergio Alejo Gómez

Herederos de Roma by Sergio Alejo Gómez

autor:Sergio Alejo Gómez [Alejo Gómez, Sergio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-05-23T00:00:00+00:00


XLVIII

—¿Cuándo crees que podremos partir?

—La tormenta está amainando, y el viento es favorable. A media tarde si todo continua igual, comandante —dijo el capitán.

—Bien, entonces aquí estaremos —respondió Vitelio.

—Tendré preparados un par de camarotes para usted y sus oficiales, señor.

—No será necesario, capitán. No me gusta viajar más cómodo que mis hombres —dijo Vitelio—. Me conformo con que me facilites un lugar donde poder dejar a los prisioneros, lejos de las miradas de la tripulación.

—Como desee, señor —dijo el oficial de la armada.

Cuando acabaron de conversar se saludaron estrechando los brazos, y Vitelio descendió de la cubierta. Todavía llovía considerablemente, y pese a las previsiones optimistas de aquel marino, no daba la sensación de que el temporal fuese a acabar aquella tarde. Juliano, Clearco y el tribuno Gabinio estaban aguardándole en la entrada del puerto de la ciudad. Se acercó corriendo hasta ellos y les dijo:

—El capitán del dromon dice que la tormenta amainará en breve y que a media tarde todo estará dispuesto para partir.

Gabinio escudriñó el cielo y respondió:

—A mí no me da la sensación que el tiempo vaya a mejorar.

—Supongo que tendremos que hacer caso de un marinero. Ellos entienden más de tormentas —apuntó el comandante.

—No nos queda más remedio —dijo sonriendo el oficial.

—Regresemos a la posada. Esta lluvia me está calando hasta los huesos.

Los cuatro hombres se encaminaron hacia el lugar donde se hospedaban. Era un modesto establecimiento cercano al puerto. Antes de partir, Belisario le había hecho entrega de una bolsa de monedas para sufragar los gastos del viaje. Le dijo que si sobraban las repartiese entre los soldados, a modo de recompensa por la misión. Supuso que no era dinero del erario público, sino que más bien pertenecía a su fortuna personal.

Se decía que el Magister provenía de una familia acomodada de la capital, aunque otros, quizás sus detractores, afirmaban que su origen era más bien humilde, y que procedía de alguna aldea situada en la provincia de Tracia. En cualquier caso, fuese cual fuese su lugar de procedencia, se había convertido en uno de los hombres más ricos y poderosos del Imperio, tan solo hacía falta ver el numeroso regimiento de bucellarii que servían bajo sus órdenes. En ese momento, eran muchos los nobles romanos que disponían sus ejércitos privados, costeados de sus propios bolsillos, al servicio del emperador. El de Flavio Belisario era de los más grandes que había, lo que era indicio suficiente para hacerse una idea del dinero que poseía. Estaba claro que a la fortuna personal había que añadir el prestigio público que otorgaba su rango militar, que iba estrechamente relacionado con sus éxitos en las campañas que comandaba. Aunque nunca lo llegase a reconocer, Justiniano debía mucho a hombres como Belisario, ya que sin su ayuda sería incapaz de plantar cara a enemigos tan temibles como los persas sasánidas. No conocía al emperador, pero sí a su comandante en jefe, y sabía que este jamás pondría en entredicho la autoridad del monarca supremo, simplemente dispondría todos sus recursos al servicio de la gloria del Imperio.



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