George Steiner en The New Yorker by George Steiner

George Steiner en The New Yorker by George Steiner

autor:George Steiner [Steiner, George]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Crítica y teoría literaria, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 2008-12-31T16:00:00+00:00


Al cabo de cincuenta generaciones

(tales abismos nos depara a todos el tiempo)

Vuelvo en la margen ulterior de un gran río

Que no alcanzaron los dragones del vikingo

A las ásperas y laboriosas palabras

Que, con una boca hecha polvo,

Usé en los días de Northumbria y de Mercia,

Antes de ser Haslam o Borges

Alabada sea la infinita

Urdimbre de los efectos y de las causas

Que antes de mostrarme el espejo

En que no veré a nadie o veré a otro

Me concede esta pura contemplación

De un lenguaje del alba.

«Antes de ser Borges». Hay en su penetración en diferentes culturas un secreto de metamorfosis literal. En «Deutsches Requiem», el narrador deviene —es— Otto Dietrich zur Linde, criminal de guerra nazi condenado. La confesión de Vincent Moon, «La forma de la espada», es un clásico en la abundante literatura de las tribulaciones irlandesas. En otros lugares, Borges adopta la máscara del doctor Yu Tsun, antiguo profesor de inglés en la Hochschule de Tsingtao, o de Averroes, el gran comentador islámico de Aristóteles. Cada una de estas creaciones de transformista trae consigo su propia aura persuasiva, pero todas son Borges. Se deleita en extender este sentido de lo que no tiene casa, de lo misteriosamente conglomerado, a su propio pasado: «Puede que tenga antepasados judíos, pero no lo sé. El apellido de mi madre es Acevedo. Puede que Acevedo sea un apellido judío portugués, pero también puede que no… La palabra acevedo, por supuesto, significa un tipo de árbol; no es una palabra especialmente judía, aunque muchos judíos se llaman Acevedo. No lo sé». Tal como Borges lo ve, es posible que otros maestros extraigan su fuerza de una similar postura de ajenidad: «No sé por qué, pero siempre percibo algo de italiano, algo de judío en Shakespeare, y tal vez los ingleses lo admiren por eso, por ser tan diferente de ellos». No es la duda ni el fantaseo concretos lo que cuentan. Es la idea básica del escritor como invitado, como un ser humano cuyo trabajo es seguir siendo vulnerable a múltiples presencias extrañas, que deben mantener abiertas a todos los vientos las puertas de su momentáneo alojamiento:



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