Colmillo Blanco by Jack London

Colmillo Blanco by Jack London

autor:Jack London
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 1906-01-01T05:00:00+00:00


V

El pacto

Muy avanzado ya el mes de diciembre, Castor Gris emprendió una excursión hacia la parte alta del río Ma¬ckenzie. Con él fueron Mit-sah y Kloo-kooch. Conducía un trineo arrastrado por perros, unos adiestrados por el propio indio y otros que le habían prestado. Un segundo trineo, bas¬tante menor, lo dirigía Mit-sah, y a él iba enganchado un tiro formado por cachorros. Parecía, mas que otra cosa, un jugue¬te; pero era la delicia de Mit-sah, que al verse en posesión del vehículo, se veía ya un hombre hecho y derecho, que como tal empezaba a trabajar en el mundo. Además, se iniciaba en el arte de dirigir y adiestrar perros para aquel uso, al propio tiempo que también aprendían los cachorros; y el trineo re¬sultaba útil, puesto que llevaba cerca de cien kilos de peso entre equipo y víveres.

Colmillo Blanco había visto ya a los perros del campamento tirando del trineo, por lo cual sufrió con paciencia que tam¬bién a él lo enganchasen como a los demás. Le ciñeron un collar relleno de musgo, al cual iban sujetos dos tirantes que se unían a una correa destinada a pasársela por el pecho y los lomos. A esta correa iba atada la larga cuerda por medio de la cual tiraba del trineo.

Siete cachorros formaban parte del tiro y, salvo él, que tenía ocho meses, todos contaban nueve o diez meses de edad. Cada perro iba atado al trineo por una sola cuerda y no había dos de ellas que tuvieran igual longitud, siendo la diferencia entre unas y otras equivalente a la longitud del cuerpo de un perro. Cada cuerda iba a parar a una anilla colocada en la parte anterior del trineo. Este carecía de cuchillas o patines, pues no era más que una especie de narria pequeña para ser arrastrada. Estaba hecho de corteza de abedul, con la parte delantera retorcida hacia arriba para que no pudiese hundirse bajo la nieve y encallarse. Tal construcción permitía que la carga del trineo reposara sobre la mayor superficie de nieve posible, lo que era necesario por estar esta como cristal pul-verizado y muy blanda. Siguiendo el mismo principio de am¬plia distribución del peso, los perros que se hallaban a los extremos de las cuerdas formaban un abanico desde el frente del trineo, de modo que pisaba sobre las huellas de los que le precedían. Esa disposición en forma de abanico servía tam¬bién para algo más. Las cuerdas de diferentes longitudes evi¬taban que los perros atacaran por detrás a los que corrían delante de ellos. Para que el ataque fuera posible, el perro tendría que volverse y dirigirse hacia alguno que tuviera la cuerda más corta que él, en cuyo caso se encontraría de cara con el atacado, y también con el látigo del conductor del trineo. Pero la mejor cualidad de este género de disposición consistía en el hecho de que el perro que se empeñaba en lanzarse contra otro que tenía delante se veía obligado a tirar con más fuerza



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