Colmillo Blanco (Ilustrado) by Jack London

Colmillo Blanco (Ilustrado) by Jack London

autor:Jack London [London, Jack]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1906-04-02T16:00:00+00:00


2

El dios loco

En el Fuerte Yukon vivía un número reducido de hombres blancos. Aquellos hombres llevaban mucho tiempo en el país. Se llamaban a sí mismos masas agrias[1], nombre del que estaban muy orgullosos. Por los hombres nuevos en aquella tierra no sentían sino desdén. Los hombres que bajaban a la orilla desde los vapores eran todos recién llegados. Eran conocidos como chechaquos, nombre que les hacía perder el ánimo cuando se lo aplicaban. Hacían su pan con polvos de levadura. Esta era la odiosa diferencia entre ellos y los masas agrias, quienes, desde luego, elaboraban su pan con masa agria porque no tenían polvos de levadura.

Todo lo cual no interesa en nuestra historia. Los hombres del fuerte desdeñaban a los recién llegados y disfrutaban viendo cómo sufrían. Disfrutaban sobre todo con los estragos que Colmillo Blanco y su infame banda hacían en los perros de los recién llegados. Cuando arribaba el barco de vapor, los hombres del fuerte se ponían de acuerdo para bajar a la orilla y contemplar el alboroto que se originaba. Lo esperaban con tanta impaciencia como los perros indios y no les pasaban desapercibidos el salvajismo y la astucia de Colmillo Blanco.

Pero había un hombre entre ellos que disfrutaba particularmente de aquel deporte. Corría en cuanto se oía el primer silbido de vapor y, cuando había concluido la última lucha, y Colmillo Blanco y la jauría se desperdigaban, regresaba lentamente al fuerte, con la expresión triste. A veces, cuando uno de los blandengues perros del sur caía derribado, chillando su grito de muerte bajo los colmillos de la jauría, aquel hombre no podía contenerse y saltaba y gritaba mostrando así el placer que le causaba aquella escena. Y siempre miraba a Colmillo Blanco con expresión penetrante y codiciosa.

A aquel individuo los hombres del fuerte le llamaban Guapo. Nadie sabía su nombre y, en general, le conocían en el país como Guapo Smith. Sin embargo, era cualquier cosa menos guapo. Aquella antítesis constituía la razón de su nombre. Fundamentalmente era feo. La naturaleza había sido avariciosa con él. Para empezar, era un hombre bajo, y sobre su exiguo cuerpo había depositada una cabeza sorprendentemente exigua. Acababa en punta y de hecho, en su infancia, antes que Guapo, le habían llamado Cabeza de alfiler.

Por detrás, desde la punta, la cabeza descendía con inclinación hasta su cuello, y por delante lo hacía verticalmente para encontrarse con una frente baja y bastante ancha. A partir de allí, y como si lamentara su parquedad, la naturaleza había formado sus facciones con mano pródiga. Sus ojos eran grandes y entre ellos había espacio para otros dos. Su rostro, en relación con el resto del cuerpo, era prodigioso. Para disponer del espacio necesario, la naturaleza le había dotado de una mandíbula prognata. Era ancha y consistente y bajaba hacia delante hasta tal punto que parecía descansar sobre su pecho. Posiblemente, aquella apariencia era debida a la fragilidad de su cuello delgado, incapaz de soportar una carga tan pesada.

Su mandíbula parecía demostrar una resolución feroz.



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