Ensayo sobre la historia de la sociedad civil by Adam Ferguson

Ensayo sobre la historia de la sociedad civil by Adam Ferguson

autor:Adam Ferguson [Ferguson, Adam]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1766-12-31T16:00:00+00:00


Sección V

De la defensa nacional y de la conquista

Resulta imposible determinar con precisión hasta dónde la política de un Estado tiene relación con la guerra o la seguridad nacional. «Nuestro legislador», dice el Cretense en Platón, «estaba convencido de que las naciones permanecen, por naturaleza, en un estado de hostilidad. Adoptó medidas en consecuencia y, al observar que todas las pertenencias de los vencidos pasan a los vencedores, consideró ridículo proponer cualquier ventaja para su país antes de estar seguro de que no podía ser conquistado».

Creta, que supuestamente encarna el modelo por excelencia de la política militar, está generalmente considerada como el original a partir del cual Licurgo elabora sus leyes memorables. Parece que los hombres deben, en todo caso, tener algún objeto palpable para orientar sus debates y tener puesta la mirada en algún punto de utilidad externa, incluso en la elección de sus virtudes. La disciplina de Esparta es militar. El sentimiento de su uso en el campo de batalla, mucho más que la fuerza de las leyes tradicionales y no escritas, mucho más que la confianza nacional que se da supuestamente al legislador, impulsa a ese pueblo a perseverar en la observancia de muchas normas que, en otras naciones, solo parecen necesarias en presencia del enemigo.

Todas las instituciones de este pueblo extraordinario constituyen lecciones de obediencia, de fortaleza y de celo por lo público. Es notable que ese pueblo buscara obtener solo con sus virtudes lo que otras naciones tienen que comprar con sus tesoros. Y es algo indiscutible que, en el curso de su historia, los espartanos llegaran a considerar su disciplina meramente en función de sus efectos morales. Experimentaron la dicha de tener un alma valiente y desinteresada, que ponía la mirada en los afectos más loables. Y trataron de conservar ese carácter único, renunciando a los intereses de la ambición y a la esperanza de gloria militar, aun con el riesgo de sacrificar una parte importante de su población.

No fue la derrota de los espartanos, quienes bajo el mando de Cleombroto perecieron en Leuctra, la que llenó de luto y de aflicción las casas de Lacedemonia. Fueron los que habían escapado de la batalla para no morir[142]. Fue el temor de ver a sus ciudadanos dejarse corromper por el comercio de hombres serviles y mercenarios; una corrupción que los llevó a perder la preeminencia del rango que gozaban en la guerra pérsica y a abandonar Atenas durante cincuenta años para continuar, sin rivales, una carrera de honores y de fortuna que los llevó a acumular tanto poder como riquezas[143].

Hemos tenido la oportunidad de observar que, en todo estado rudo, la guerra es el asunto más importante; y que, en los tiempos de barbarie, la especie humana, generalmente dividida en pequeños grupos, permanece en una situación de hostilidad casi perpetua. Esta circunstancia otorga al jefe militar un prestigio permanente en su país y orienta las naciones, durante los tiempos de guerra, hacia un gobierno monárquico.

La dirección de un ejército es algo susceptible de división. Por



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