Embajada a Samarcanda by Fernando Martínez Laínez

Embajada a Samarcanda by Fernando Martínez Laínez

autor:Fernando Martínez Laínez
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Histórico, Novela
publicado: 2014-04-24T22:00:00+00:00


V

Poco antes de morir don Alfonso, los moros habían sitiado Gibraltar, descuidada de defensas y mal abastecida. Su gobernador era Vasco Pérez de Meiga, un traidor que se embolsó el dinero enviado por el rey para la defensa de la plaza. Alfonso acudía en ayuda de los sitiados cuando le informaron de que Meiga había rendido el sitio y escapado al África con los dineros robados. Furioso, el rey puso de nuevo cerco a Gibraltar, ante cuyos muros muchos de sus hombres murieron o cayeron prisioneros. Entretanto, Mohamed, el rey de Granada, se apoderó de Cabra, que era villa de la Orden de Calatrava, y los marroquíes de Abd-el-Malik, hijo del emperador de Marruecos, tomaron Ronda y Algeciras. Ante el peligroso avance, la tropa castellana atacó a los africanos en el río Guadiaro, donde se firmó la paz que el rey de Castilla necesitaba para proseguir la lucha con don Juan Manuel, un noble levantisco nieto de Fernando el Santo que se había rebelado. Los marroquíes deseaban proseguir la guerra, pero no así sus aliados de Granada, que al final los terminaron convenciendo para que regresaran a su tierra cargados con un rico botín de riquezas y esclavos.

¡Qué funesto para Castilla fue este donjuán Manuel! Poseía grandes dominios y muchos castillos, y había sido adelantado de la frontera de Murcia y señor de Alarcón. Se sublevó contra la Corona ofendido por haberse roto el compromiso matrimonial entre su hija Constanza y el rey Alfonso, que por razón de Estado eligió a María de Portugal. Don Juan Manuel marchó de Castilla y se puso al servicio de su suegro, el rey Jaime segundo de Aragón, y desde allí empezó a hostigar la frontera castellana. Todos los intentos de paz con el infante resultaron baldíos, lo que demuestra su alocada obstinación con las armas, aunque también practicó con igual esfuerzo y mejor éxito el ejercicio de las letras, con maestría patente en muchos libros, entre ellos el de los Enxiemplos del conde Lucanor y de Patronio, que dicen es su mejor obra.

A veintinueve días del mes de mayo partimos del puerto de Málaga en la carraca, y navegamos al par de esa sierra, rebosante en sus laderas de viñas, campos de trigo y huertas. Luego, pasamos por Vélez Málaga, donde campea un castillo alto, y por Almuñécar, que está en un bajo de cara al mar, y en anocheciendo ese día avistamos la sierra Nevada, llamada así porque nunca deja de tener nieve, y a cuyos pies, en una amplia vega, se encuentra la ciudad de Granada, de la que cuentan que la mayor pena que puede haber un ciego es no tener ojos para verla.



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