El (sin) sentido del amor by Javier Ruescas

El (sin) sentido del amor by Javier Ruescas

autor:Javier Ruescas [Ruescas, Javier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2015-06-04T04:00:00+00:00


15

Me cogió el teléfono al tercer intento.

—¡Perdón, perdón, perdón!

—¿Dónde estás? ¿Cuándo te has ido? ¿Por qué? ¿Dónde estás? —repetí, molesta.

Una pareja de ancianos me miraron ofendidos mientras salían a la calle.

—He ido al baño… y me he entretenido. ¡Estabas tan ensimismada que no he querido molestarte!

—Y ahora, ¿dónde estás?

—Tomando algo… —murmuró.

—¡¿Cómo?! ¡Ciro, ven ahora mismo o…!

Una azafata, sin perder la sonrisa, me pidió que saliera del teatro y siguiera gritando en la calle.

—Nos hemos conocido —explicó Ciro en voz tan baja que apenas conseguí entenderle.

—¿Estás con…? ¿Me estás diciendo que habéis coincidido cuando has ido al baño y que me has dejado aquí tirada?

La situación era tan surrealista que no pude contener la risa por más tiempo y mi amigo también soltó una carcajada al otro lado.

—Ni se te ocurra reírte, so traidor —le interrumpí—. Mucho vas a tener que hacer para que te perdone esta ofensa.

Después, tras mandarle un beso y desearle buena suerte, colgué. Eran las nueve de la noche y tenía un paseo de al menos media hora hasta casa. Siempre podía coger el autobús, pero la parada que mejor me iba estaba lejos de allí y al final iba a tardar lo mismo. Así que, sin pensármelo mucho, eché a andar.

Apenas llevaba cinco minutos cuando recibí un mensaje en el móvil. Era de Inés. Preguntaba cuándo podríamos quedar, que tenía ganas de verme, que qué tal había seguido el asunto con Jac. Le contesté sin muchas ganas. Aún no había podido reflexionar con calma sobre lo que me había contado y prefería no verla en un tiempo. Había algo en ella, algo en su perenne sonrisa o en la manera en que hablaba o en cómo me miraba al hacerlo que, sencillamente, me incomodaba. Me había parecido una chica maja y sincera, pero me costaba imaginarme saliendo a tomar algo o al cine con ella. Como no quería parecer borde, le di largas para vernos otro día, arguyendo lo que era verdad: que tenía ganas de irme a casa, dejar de pensar en los amores de los demás y ponerme una película. A ser posible de tiroteos o de terror, en la que todos los que osasen sentir algo por otra persona acabaran, como poco, torturados.

Sin embargo, cuando dejé atrás la parada de autobús en la que podría haber esperado, el teléfono volvió a sonar. Lo saqué pensando que sería Inés, disgustada con mi respuesta, cuando vi un número desconocido: «¿Haces algo hoy? Te propongo ir a cenar, tomar algo y, si no logré aburrirte antes de ayer, hablar un poco más de arte. ¿Sí?/¿No?/¿No sabe/No contesta? J».

No necesité más especificaciones para saber a qué nombre hacía referencia la J que lo firmaba. ¿Ya había vuelto del aeropuerto? ¿Y cómo había conseguido mi teléfono? ¿Se lo habrían dado mis padres? ¿Julia? En esas, me llegó un segundo mensaje: «Por cierto, antes de que te asustes, tu móvil me lo ha pasado Camila esta mañana cuando ha venido a la piscina».

Ahí tenía la respuesta. Camila haciendo de Celestina para todos nosotros.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.