El protector by Jodi Ellen Malpas

El protector by Jodi Ellen Malpas

autor:Jodi Ellen Malpas [Malpas, Jodi Ellen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-09-05T16:00:00+00:00


Capítulo 18

CAMI

No pretendía hacerlo sufrir tanto; no quería matarlo del susto, sólo necesitaba alejarme de la pelea y no pensé en los riesgos. Ni se me pasó por la cabeza que Jake se preocuparía.

Paré el primer taxi que vi en la esquina y le di mi dirección. Ni siquiera me acordé de que no llevaba dinero hasta que se detuvo frente a la puerta. Se apiadó de mí. Yo se lo agradecí e insistí en que me diera sus datos para poder enviarle el dinero, pero él no quiso. Me dio un pañuelo de papel y me pidió educadamente que bajara del taxi.

Jake es un hombre muy violento y esa violencia desafía el control que suele mostrar. Pero, al mismo tiempo, todos sus movimientos parecen planeados con antelación; no necesita tiempo para reaccionar; es como una máquina de atacar.

No salí huyendo porque Seb estuviera allí ni por miedo de que le hicieran daño a Jake. Había cinco matones, sin contar a Sebastian, grandes y amenazadores, pero supe lo que iba a pasar. Estaba segura de que Jake los machacaría como si fueran hormigas. Si salí corriendo fue porque no podía soportar el espectáculo. Jake es militar; un excombatiente, un asesino profesional. Entiendo las razones que lo llevaron a alistarse en el ejército después de lo que les pasó a sus padres, pero ese hombre es un guerrero; lo lleva en la sangre, da igual si su lucha es personal o no.

Lo que no entiendo es por qué no sigue en el ejército. Sólo tiene treinta y cinco años, es demasiado joven para retirarse. La herida de bala no le impide luchar, y me cuesta creer que le afecte a la puntería. Hay algo más, algo que no me ha contado. Como tantas otras cosas. Me ha dicho que no tiene familia, pero ¿tampoco tiene amigos? Ni siquiera sé dónde vive.

Necesito averiguar sus inquietudes. Necesito saber más de la mujer de la foto, saber qué es lo que le causa los ataques de ansiedad y el dolor que carga a todos lados. Cada día que pasa se convierte en un misterio más grande. Me aparto un poco, y él me sujeta la cara y me mira aliviado.

—Ven —me dice, levantándose y ayudándome a hacerlo.

—¿Qué es eso? —le pregunto al ver que recoge un sobre arrugado junto con mi bolso y su móvil.

—Nada. Papeleo de la agencia.

Me levanta en brazos y entramos en casa. Me lleva al baño, me sienta en el borde de la bañera, coge una toalla y la moja con agua caliente. Se arrodilla ante mí y me limpia el rastro que han dejado las lágrimas en mi cara.

—¿Cuánto tiempo hace que eres guardaespaldas? —le pregunto en voz baja, empezando con una pregunta sencilla con la idea de seguir penetrando en las profundidades de su mente. Aunque no sé si he comenzado a entrar. Apenas me ha dado nada; necesito más, necesito entender qué es lo que lo lastra de tal modo que no lo permite avanzar.

Él responde rápidamente mientras sigue limpiándome la cara:

—Cuatro años.



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