El protector by Isabel Keats

El protector by Isabel Keats

autor:Isabel Keats [Keats, Isabel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-10-27T04:00:00+00:00


Capítulo 9

Cuando Vega se despertó, en la chimenea ya sólo quedaban los rescoldos. A pesar del gélido aire del interior de la cabaña, no tenía frío, se encontraba acurrucada junto a un cálido cuerpo, compartiendo el calor que emanaba de él. De golpe recordó que era el cuerpo de Martin Grant el que la hacía sentirse tan a gusto. Se quedó muy quieta, escuchando la respiración tranquila y uniforme del hombre, que todavía seguía dormido. Seguramente, al estar su espalda lejos del fuego, en algún momento de la noche sintió frío y se apretó contra ella.

A la leve claridad que entraba por el único ventanuco de la decrépita construcción de madera, distinguió sus facciones relajadas. Procurando no despertarle, deslizó las yemas de sus dedos, con la ligereza de las alas de una mariposa, por los angulosos rasgos de su cara, deteniéndose sobre esos labios, ni muy delgados ni excesivamente gruesos, que tanto le gustaban. Sus dedos indiscretos no se detuvieron ahí; continuaron su recorrido por la mandíbula cuadrada que expresaba una firme determinación, luego palparon su barbilla y su cuello, y recorrieron el amplio pecho, mientras Vega, fascinada, percibía los duros músculos bajo sus palmas.

De repente, un sexto sentido la hizo mirar hacia arriba y vio a Martin completamente despierto, con sus ojos entornados fijos en sus labios. Sus rostros estaban a la misma altura y, por una vez, descifró la pasión desnuda que asomaba en su mirada. Sobresaltada, trató de apartarse, pero las manos de Martin enmarcaron su rostro, deteniéndola.

Con suavidad, se inclinó hacia ella y posó sus labios sobre los suyos con la ligereza de una pluma. Un beso lleno de delicadeza e intimidad, que la hizo temblar. Entreabrió los labios y dejó que el beso se hiciera más profundo. Esa boca, que la había obsesionado durante todos esos días, se apoderó de su voluntad como una droga y cualquier deseo de oponer resistencia se evaporó como la niebla de la mañana.

Al sentir su respuesta, la respiración de Martin se aceleró aún más. Su mano apartó el cuello alto y enterró la cabeza en su garganta, mordisqueándola. Una puñalada de deseo atravesó el cuerpo de Vega, desde los senos hasta los muslos. La joven lo estrechó con fuerza entre sus brazos, enredando los dedos en su pelo, apretándolo contra sí, como si intentara fundirse con su piel.

Sintió cómo una de las cálidas manos masculinas subía por su pierna, introduciéndose bajo el jersey y se deslizaba por su cadera desnuda y su vientre plano, hasta llegar a su pecho. Un gemido brotó de su garganta; todas las terminaciones nerviosas de su piel parecían al borde del cortocircuito.

Martin apartó el jersey y su cabeza descendió sobre su seno. Su lengua acarició el pezón con leves toques como quemaduras, luego lo introdujo en su boca y succionó con ansia. Vega se sentía atrapada en un torbellino del que no quería salir. Sus manos, como por voluntad propia, se colaron bajo la camiseta de Martin acariciando su pecho, recorriendo su espalda de arriba abajo, sintiendo cómo se estremecían esos poderosos músculos bajo su contacto.



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