El profesor Unrat by Heinrich Mann

El profesor Unrat by Heinrich Mann

autor:Heinrich Mann [Mann, Heinrich]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1905-01-01T05:00:00+00:00


La primera impresión fue de asombro. Luego, surgieron protestas indignadas. Por último, venció el placer del contraste, y Rosa, triunfante en su atrevida empresa, volvió al vestuario resplandeciente de alegría.

La mujerona se indignó seriamente esta vez.

—¿De manera que nosotros nos esforzamos en despertar sentimientos elevados y patrióticos, para que luego vengas tú pisoteando las cosas más sagradas? No lo esperaba de ti.

Basura se alió con Rosa para defender su actuación. Afirmó que en cuestión de arte todo estaba permitido. Arte era todo lo que hacían los grandes artistas y el talento de Rosa Fröhlich estaba por encima de todo.

En esto, entró Kiepert en el camarín trayendo consigo a un individuo rechoncho, de cara arrebolada, adornada por una barba rojiza cortada al uso marinero.

—Aquí tiene usted un capitán dispuesto a servirla, señorita —dijo, arqueando mucho las cejas—. ¿Me permite que la convide a tomar una copa?

Basura intervino.

—La señorita Rosa Fröhlich no acepta invitaciones de nadie. Viene usted equivocado. Además, debo advertirle que este ca…, que este vestuario es un lugar de carácter privado, en el que no se permite la entrada a los espectadores.

—No sé qué quiere decir usted con eso, señor mío —exclamó el capitán, arqueando todavía más las cejas.

—Sencillamente, que no tiene por qué permanecer aquí ni un momento más —explicó Basura.

El matrimonio Kiepert encontró que aquello era ya demasiado.

—Señor profesor —dijo el artista con aire ofendido—. Creo tener derecho a traer a mi cuarto a un amigo mío.

Su mujer explotó:

—No aguanto más. Se pasa toda la noche aquí, sin dar a ganar a nadie un céntimo, y encima se permite echar a la gente. Rosa, acepta la invitación del capitán.

Basura, pálido, temblaba.

—La señorita Rosa Fröhlich —gritó con voz cavernosa— no es una mujerzuela que acepte sin más ni más la invitación de un cualquiera.

Rosa, subyugada por la mirada centelleante de Basura, sollozó:

—Váyase usted; no me es posible complacerle.

Basura, exultante, se adelantó de un salto:

—¿Lo ha oído? La señorita Rosa Fröhlich le rechaza y le ordena que salga. Obedezca.

Tomó por un brazo al capitán y lo empujó hacia la puerta. La sorpresa ante aquel ataque, del que hubiera podido librarse sin el menor esfuerzo, no le dejó intentarlo hasta encontrarse ya fuera del vestuario, y la puerta se cerró de golpe detrás de él.

El artista pegó un puñetazo en la mesa:

—¿Está usted loco?

—Cállese.

Basura se fue a él, descompuesto. Kiepert sintió temor.

—Cállese y sepa de una vez para siempre que Rosa Fröhlich se encuentra bajo mi protección, y que no estoy dispuesto a consentir que se la ofenda. Téngalo usted bien en cuenta.

Kiepert, dominado, salió murmurando entre dientes. Rosa miró a Basura y se echó a reír con fuerza. Pero su risa fue apagándose poco a poco, hasta tomar un tono tiernamente burlón, como si después de reflexionar sobre sí misma y sobre Basura, se preguntase cómo era posible que, sin dejar de encontrarle ridículo, se sintiera, al mismo tiempo, orgullosa de él.

La mujerona dominó su enojo y posó una mano en el hombro de Basura.

—Óigame un momento —le dijo.

Basura se enjugó la frente, ya por completo recobrado.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.