El hombre fetichista by Mimmi Kass

El hombre fetichista by Mimmi Kass

autor:Mimmi Kass [Kass, Mimmi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-08-25T04:00:00+00:00


Compás de espera

Carolina recorrió la estancia con curiosidad ante la mirada divertida de Martín. Pocos muebles, pero escogidos. El apartamento, un loft en Serrano, tenía la practicidad de un piso de soltero y la elegancia y sofisticación de un hombre que sabe lo que quiere. Todas las dudas acumuladas ante su invitación se desvanecieron frente a la posibilidad de indagar un poco más en el enigma que era Martín. Pero no podía olvidar la razón principal por la que estaba allí.

—¿Dónde quieres que me desnude? —preguntó, sin ambages.

Él señaló la zona habilitada como salón, amplia y cómoda, y la invitó a sentarse con la manera reservada y distante que usaba siempre que se dirigía a ella antes de uno de sus encuentros. Carolina no se amilanó, sabía que pronto lo tendría comiendo de la palma de su mano.

—No, Carolina. Hoy quiero que nos lo tomemos con calma, que hablemos un poco. —Sonrió de manera casi imperceptible al ver la fugaz expresión de desilusión que cruzó su rostro—. Tenemos que reconducir esto. La semana pasada se nos fue de las manos.

Ella asintió, sopesando sus palabras. El encuentro anterior había sido tórrido, casi demencial. Seguía dándole vueltas a cómo Martín conseguía excitarla tan solo con ponerla en situación, y sabía que para él también había sido una experiencia intensa. Masturbarse con aquella furia, el uno frente al otro, sin tocarse…

Se excitaba con solo recordarlo.

—De acuerdo. Supongo que tienes razón. —Se sentó en la terraza, en el lugar que él le señaló, y dejó vagar la mirada por la preciosa vista de la calle Serrano.

—Tengo esto para ti. No quiero que malinterpretes el gesto, pero creo que es necesario. —Le tendió un sobre con el logotipo fácilmente reconocible de un hospital y ella lo recogió, sorprendida—. Estoy sano. Los análisis son de esta semana. Sé que no puedo exigirte nada, pero quiero que consideres hacerte un chequeo tú también. Si es que no lo has hecho ya, claro —añadió con tono de disculpa.

Carolina frunció el ceño. ¿Analíticas? ¿Malinterpretar el gesto? Negó con la cabeza, confundida.

—Martín… creo que no te sigo. ¿A qué te refieres?

Él se tomó unos segundos para contestar. Sus ojos oscuros se tornaron más brillantes y sus labios se apretaron en una línea de determinación.

—Tarde o temprano vamos a acabar follando, Carolina. Prefiero que quede todo claro en frío, antes de dejarnos llevar.

Ella se envaró ante la fuerza de su voz. El tono grave, que parecía nacer del fondo de su pecho, la excitaba. La mirada directa que mostraba, sin ápice de duda, que la deseaba y que solo era cuestión de tiempo que la hiciera suya. Que los milímetros que habían separado sus bocas eran metafóricos, porque sus cuerpos ya habían experimentado las sensaciones que se generaban el uno al otro. Tarde o temprano. Parecía ineludible.

—Te refieres a las enfermedades de transmisión sexual —murmuró, rebajando la tensión del momento. Martín asintió, abriendo las manos en un gesto de disculpa.

—Siento ser tan prosaico, pero es importante.

—Claro —respondió ella, sin elaborar. ¿Qué estaba haciendo en casa de Martín, entonces? No tenía ningún sentido quedarse—.



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