El Dulce Veneno del Jazz. Nanette Hayes 1 by Charlotte Carter

El Dulce Veneno del Jazz. Nanette Hayes 1 by Charlotte Carter

autor:Charlotte Carter [Carter, Charlotte]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: det_police
ISBN: 9788498419580
editor: www.papyrefb2.net
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Diego se había hecho con otra cerveza. Él salía justo cuando Leman Sweet entraba en el cuarto de las taquillas, seguido a dos pasos por mí. El choque en cadena fue digno de un número cómico circense.

El chaval se quedó petrificado, los ojos clavados en los del gigantesco policía. El enorme pie embotado de Sweet se disparó hacia delante y Diego aterrizó sobre el banco que había tratado de destrozar quince minutos antes.

Con un par de zancadas, Sweet se puso a su lado.

—Me tienes que contar algo, ¿no es así, Pancho?

Diego se encogió.

Sweet lo levantó en vilo como si fuera una bolsa de la compra llena de aire. Asiéndolo por el cuello, lo lanzó en mi dirección.

Solté un chillido y traté de proteger a Diego rodeándole el pecho con un brazo.

El detective me apartó a dos metros con una leve sacudida de su hombro.

—¡No lo mate! —grité.

—Abre tu taquilla de los cojones —bramó Sweet.

—Ábrala usted mismo —jadeó Diego.

Sweet le descargó un golpe furioso en el estómago y Diego se desplomó.

Gemí y me tapé los ojos.

Sweet agarró al chico por el pelo y lo arrastró hasta la pared.

—¡Ábrela!

Diego obedeció.

—Al menor movimiento te vuelo los sesos —le dijo Sweet.

El detective introdujo ambos brazos en la taquilla y empezó a sacar frenéticamente el contenido. Diego lo observaba retorciéndose las manos con desesperación.

—¿Qué coño te pasa? ¿Te da miedo que te rompa la pipa de fumar crack? ¿Qué voy a encontrar aquí, Diego? Dímelo. ¿Qué voy a encontrar?

Sweet fue descartando camisetas, cepillos de pelo, calzoncillos tipo tanga y frascos de champú, arrojándolos lejos. Luego sacó lo que me pareció una palanca y un pequeño taladro de precisión.

—Aquella noche alguien trató de forzar la cerradura de tu puerta, probablemente con herramientas de este tipo —me dijo por encima del hombro. Colocó ambos objetos en el suelo con cuidado.

A continuación apareció un sobre blanco pringoso cerrado con un clip. Sweet vació el contenido sobre el banco de madera: fotografías. Las repasó deprisa, las guardó, se acercó al silencioso Diego y le cruzó el ceniciento semblante con un golpe del sobre. Una vez que tuvo al chico esposado, me tendió el sobre.

Lo abrí y saqué el rimero de fotos. Todas eran de Inge, en diversos estadios de desnudez. Era imposible saber si se había dado cuenta de que la estaban fotografiando, o espiando, o lo que fuera.

Centenares de preguntas se agolparon en mi cabeza. Preguntas referidas a Diego e Inge. A Inge y Sig. Al amor que se transmuta en locura y la locura que degenera en asesinato. ¿Sería Diego una pieza más del enigma de Rhode Island Red? ¿Tendría alguna relación con Henry? ¿O no desempeñaba en aquella historia infernal y desgraciada más que un papel accidental, circunscrito, exclusivamente relacionado con su obsesión por la mujer ciega?

En ese momento levanté la vista de las fotos y la dirigí hacia Leman Sweet, que apuntaba con su pistola hacia el puente de la nariz de Diego. Me quedé quieta a la espera de la detonación. Aun cuando la escena que se preparaba fuese atroz, sabía que no podría desviar la mirada.



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