Las espinas de la traición (A Treason of Thorns) by Laura E. Weymouth

Las espinas de la traición (A Treason of Thorns) by Laura E. Weymouth

autor:Laura E. Weymouth
La lengua: spa
Format: epub
editor: HarperCollins
publicado: 2020-07-29T00:00:00+00:00


16

WYN HA DESAPARECIDO POR COMPLETO.

Lo busco por todas partes. Recorro los jardines, la pradera, el cementerio. Miro en todos los edificios adyacentes. Al final, tengo que irme al Shilling, pero me parte el corazón no haber podido verlo antes. Saber que es posible que se haya ido o que le haya sucedido algo malo me carcome por dentro, es una sensación fría y tóxica como el mortero.

En el Shilling no hay señales de Esperanza ni de Alfred. Supongo que se habrán ocultado para evitar encontrarse con Falmouth, que sigue hospedándose en la posada, pero cuando llego está enclaustrado en el salón de juego, de manera que no lo veo hasta bien entrada la noche. Oigo ruido en la cocina. Frey mira por encima del hombro desde su puesto al final de la barra en dirección al corredor.

—Toma, Vi —dice al tiempo que me pasa una bandeja llena de vasos con whisky fuerte y caro—. Lleva esta bandeja al salón de juego mientras yo me ocupo de la cocina.

Yo obedezco, repitiéndome todo el rato: «No pierdas las formas, no pierdas las formas, no pierdas las formas».

Pero nada más entrar en la sala llena de humo iluminada con lámparas, noto los hombros tensos y se me forma un nudo en el estómago. Falmouth está sentado en la mesa más alejada, concentrado en su partida de whist. Serpenteo entre las mesas reponiendo los vasos vacíos de whisky sin hacer caso de las obscenidades que me dicen los comerciantes de paso en el pueblo, pues los clientes habituales no me molestan nunca. Observo a Falmouth mientras sirvo las bebidas. Veo que gana la mano y sonríe con expresión de saber que el mundo existe para satisfacer sus deseos. Lo imagino quebrantando a la fuerza el portón de Burleigh House y dejando una herida que aún no ha curado. Recuerdo la ira de mi Casa ante su presencia. Y pienso que cuando vuelva a dormir esta noche, Wyn no estará haciendo guardia fielmente delante de la puerta de mi habitación, a menos que se produzca un milagro. Y todo por culpa de lord Falmouth.

—Vaya, vaya, aquí está, la guardiana convertida en camarera —dice Falmouth cuando repongo las bebidas de su mesa—. Justo les decía a estos caballeros que salgo para Bath mañana a primera hora a informar a Su Majestad de que lo mejor es prender fuego a esa temperamental Casa tuya. No queremos que se repita lo de Ripley Castle, ¿verdad?

Aprieto los dientes mientras sustituyo su vaso sin decir una palabra.

Pero el duque no deja de hablar, palabras malintencionadas que pronuncia entre dientes.

—¿Sabías que también conocí a Marianne Ingilby? Sí. La chica que provocó el hundimiento de la Sexta Casa y arruinó el condado de Yorkshire. Marianne, su padre y yo éramos como uña y carne por entonces. Creo que a George le gustaba Marianne hasta que Ripley Castle acabó con ella y tuvo que conformarse con tu madre.

Todo el mundo nos mira, pero yo no dejo que se me note lo que pienso.

—No te gusta que te cuenten cosas sobre la Sexta Casa, ¿verdad? —sigue el duque en tono de mofa—.



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