El diamante de la reina by Mari Pau Domínguez

El diamante de la reina by Mari Pau Domínguez

autor:Mari Pau Domínguez [Domínguez, Mari Pau]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2008-01-01T05:00:00+00:00


Madrid, principios de abril de 1562

Al descender de la litera vio a Juan aproximarse. Intentando evitarlo echó a andar con decisión seguida por tres de sus damas, a quienes acabó lanzando una señal para que se quedaran atrás y la dejaran avanzar sola cuando la cercanía del joven se hizo inevitable, pues él había acelerado su paso para darle alcance antes de que franqueara la entrada del alcázar.

—Necesito veros esta noche —le dijo sin que la reina se detuviera a escucharlo.

—Es imposible, el viaje ha sido muy largo y me siento muy fatigada.

—Entonces mañana, que ya habréis descansado.

La reina se paró y le habló de frente.

—¿Tenéis un porqué para tanta urgencia? —más que una pregunta, Isabel le retaba.

—¿Queréis de verdad que os lo diga?

—Si no lo pretendiera, no os lo habría preguntado.

Entonces Juan se acercó a ella peligrosamente —jamás nadie se habría atrevido a marcar tan escasa distancia física con la reina y menos en público—, para decirle al oído arrastrando las palabras como si pesaran, con la respiración agitada y comprobando que nadie les observaba:

—Vos, majestad, sois mi porqué. Necesito veros a solas, cualquier tiempo a vuestro lado se me hace tan corto que al marchar estoy ya deseando el regreso. ¿Es eso suficiente…?

En verdad lo fue, porque a la noche siguiente Juan de Nápoles visitaba los aposentos privados de la reina en esas horas en las que el sueño vence a quien no es amante. Y entonces el mismo porqué, la misma ansia y el mismo deseo, los abocó al abismo que Isabel había visto abrirse ante sus ojos la noche en que soñó que Juan la visitaba durante su solitario baño. En aquella ocasión ni lo miró, dándole la espalda provocativa pero intuyendo que una sima la llamaba a gritos, tirando de ella sin remisión. Ahora se dejó caer al vacío con los ojos cerrados, conocedora ya de que el saber hacer de Juan en asuntos de cama no le dejaría acusar el golpe, sino que sus brazos solícitos iban a recogerla de ese abismo de fuego y confusión para hacer del sexo la más grata celebración de la vida encerrada en el placer. «Aprisionad el placer, mi señora», le susurraba Juan con maestría, «no lo dejéis libre…». La primera vez que yació con él, y que entonces le pareció que abría ante sus ojos un mundo de ensoñación, quedaba reducida a un hecho de poca relevancia comparada con el placer cada vez mayor que le estaba otorgando en cada nuevo encuentro.

Extrajo un frasco de perfume que tenía guardado y comenzó a salpicar de gotas de ámbar, almizcle y agua de rosas la piel tersa de Isabel. Era una esencia cara, la favorita de ella, encargada por Juan a un perfumista de Madrid antes de partir hacia Osuna.

Algo semejante al miedo apareció en su interior al empezar él a desabrochar los botones delanteros de su camisa de dormir para después ir retirándosela con la devoción de un piadoso postrado ante la imagen más venerada. Presentía otro descubrimiento.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.