El diablo en invierno by Lisa Kleypas

El diablo en invierno by Lisa Kleypas

autor:Lisa Kleypas [Kleypas, Lisa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2006-02-27T16:00:00+00:00


* * *

Detrás de las calles de moda y de las plazas respetables de las zonas acaudaladas de Londres, había un mundo oculto de callejones y edificios ruinosos, donde la gente vivía en una miseria atroz. El crimen y la prostitución eran las únicas formas de supervivencia en esas zonas. El aire estaba cargado de olor a desperdicios y aguas residuales, y los edificios estaban tan apretujados que en algunos puntos un hombre sólo podía pasar entre ellos andando de lado.

Cam se aventuró en ese complejo laberinto de calles, consciente de los múltiples peligros y trampas que esperaban al visitante desprevenido. Entró en un patio a través de un pasadizo abovedado de unos treinta metros de largo y tres de ancho. Estaba cubierto de estructuras altas de madera, cuyos contrafuertes superiores tapaban el cielo invernal. Los edificios eran albergues o casas de beneficencia donde los indigentes, hacinados, dormían amontonados como los cadáveres de una fosa común. Unos colgajos de tela pútrida pendían de los contrafuertes. Las ratas recorrían las paredes y desaparecían en las grietas de los cimientos. El patio estaba vacío salvo por un par de chicas sentadas en un umbral, y varios niños escuálidos que buscaban trastos, huesos o harapos. Tras dirigir una mirada recelosa a Cam, los niños desaparecieron por el fondo del patio.

Una de las jóvenes prostitutas de pelo rizado sonrió, dejando al descubierto una dentadura irregular.

—¿Qué hace un muchacho tan atractivo como tú en Hangman’s Court?

—Estoy buscando a un hombre moreno, así de alto. —Cam hizo un gesto para indicar un metro setenta—. ¿Ha pasado por aquí hace un momento?

Las chicas rieron.

—Mira qué quiere —exclamó una de ellas con regocijo.

—Es un rarito —dijo la otra—. Vamos, cariño, no necesitas a ningún hombre cuando podrías estar con Lushing Lou. —Se bajó la blusa para mostrar un tórax esquelético y unos pechos escasos y caídos—. Ven a mover la cama conmigo. Seguro que lo haces muy bien, ¿verdad?

Cam se sacó una moneda de plata del bolsillo.

—Dime por dónde se fue —pidió mientras las muchachas miraban la moneda con avidez.

—Te lo diré por otra moneda —dijo una—. Tienes unos ojos preciosos. Nunca he estado con un chico que…

Una carcajada áspera retumbó en el patio y se oyó la voz burlona de Joss Bullard.

—¡No me encontrarás, gitano asqueroso!

Cam se volvió y escrutó los edificios, donde asomaban varias caras manchadas de hollín por las puertas y ventanas, y por encima de los tejados sin tejas. Ninguna de ellas era reconocible.

—Bullard —dijo con cautela, girando el cuerpo a medida que recorría la escena con la mirada—. ¿Qué quieres de la hija de Jenner?

Se oyó otra carcajada desagradable, al parecer de otra dirección esta vez. Cam avanzó por el patio, incapaz de discernir dónde estaba Bullard.

—¡Quiero cargármela!

—¿Por qué?

—Porque esa sanguijuela me lo ha quitado todo. Quiero verla muerta. La lanzaré a las ratas para que sólo dejen los huesos.

—¿Por qué? —insistió Cam, atónito—. Me ha pedido que te ayude, Joss, pese a tu traición. Quiere entregarte el legado que te dejó su



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