El cazador Pico de Halcón by Karl May

El cazador Pico de Halcón by Karl May

autor:Karl May [May, Karl]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1883-12-01T00:00:00+00:00


Capítulo 10.- Dos desafíos

Llegó la noche. La sala del casino de los oficiales de la Guardia de Húsares, una estancia de estilo alemán antiguo, estaba vivamente iluminada y muy concurrida. Se esperaba la llegada del teniente Unger, y los oficiales se habían reunido para hacer más ostensible su desprecio y darle a entender lo que podía esperar de ellos.

Los militares de más edad se habían reunido en la gran mesa del fondo, mientras que los jóvenes, formando grupos, conversaban animadamente.

El teniente Ravenow, el don Juan del Regimiento, jugaba una partida de billar con Golzen y Platen.

Acababa de estropear una excelente carambola y, desanimado, dejó caer el taco sobre la alfombra.

—¡Por todos los diablos, escapárseme esta carambola! —⁠dijo⁠— ¡Mala suerte en el juego!

—Afortunado en amores —rió Platen⁠— Lo pasarás mucho peor en tu partida con el capitán Shaw. Estás en baja forma y él es un maestro. ¡Prepara la bolsa!

—¿Shaw? —preguntó Golzen a media voz⁠— Bah, no vendrá. Nos habríamos reído de él.

—No hablemos del capitán.

—¡Hum! No debemos hablar de él —⁠murmuro Golzen, dándose importancia.

—¿Ni siquiera entre camaradas?

—Si lo hacemos con la mayor reserva…

—¿Quién va a oírnos? ¡Cuenta!

—Ya sabéis que hoy he estado en casa de Jankow…

—¡El jefe de policía! Sí. Ya sabemos que le haces la corte a la hija pequeña.

—O ella a mí. En pocas palabras, he estado allí y me he enterado de que el capitán Shaw es un farsante metido en política, y no sólo eso, sino que, además, es un delincuente peligroso.

Ravenow afinaba el taco para intentar otra carambola. Se detuvo sorprendido mirando al que hablaba.

—¡Tú bromeas, Golzen!

—¿Bromear? ¡No lo hago nunca! ¿O es que se puede arrestar a un hombre al que se ha tenido por un militar digno sin tener pruebas contundentes?

—¡Truenos! ¿Lo han detenido?

—Por lo menos, lo han intentado.

—¿Ah, pero no lo han hecho?

—¡Porque se ha escapado!

—¿Escapado? ¿Shaw? ¿El mismo que comía con nosotros? ¿Estás seguro de lo que dices?

—Completamente seguro, pues el comisario encargado de su detención entró en casa del jefe estando yo allí y dijo que le había golpeado y luego había saltado por la ventana.

—Por todos los diablos, esto es un insulto. Quién lo habría creído de un señor tan distinguido. A pesar de su origen plebeyo, le admitimos aquí porque era yanqui, y entre los norteamericanos no hay nobleza. Pero ya se sabe: se les da el dedo y se toman la mano. Espero que esto nos sirva de advertencia y no cometamos otra torpeza con el camarada Unger.

—Me parece —respondió Platen, que ya ante el Mayor había tomado el partido de Kurt⁠— que entre un delincuente fugitivo y un honorable oficial hay alguna diferencia.

En este momento entró el coronel del Regimiento. No se le veía allí con frecuencia. Sólo acostumbraba a ir cuando quería pasar algún rato de ocio en amistosa camaradería y casi siempre para cumplir alguna obligación de su cargo. Su entrada les hizo sospechar enseguida que ocurría algo que su oficialidad no podía desconocer.

Se sentó con los más viejos en la última mesa, se hizo una copa de vino e hizo sentar a los presentes que le habían saludado al modo militar.



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