Dime que me quieres by Kate Danon

Dime que me quieres by Kate Danon

autor:Kate Danon [Danon, Kate]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-05T00:00:00+00:00


Una vez pasado el momento del calentón, sentada en el asiento del copiloto, la realidad me golpea con fuerza y las dudas me acribillan como una nube de mosquitos sedientos de sangre. Miro a Rubén de reojo y admiro, una vez más, su elegante e impecable manera de conducir.

—¿Qué ocurre? —me pregunta, como si leyera mi pensamiento.

—Aunque finjamos que no, sigues siendo mi jefe —le suelto—. No sé si esto es buena idea.

Él mueve el volante y estaciona el coche en el arcén. Se gira para dedicarme toda su atención y su mirada brilla en el interior del vehículo.

—Andy, no quiero… no quiero que te sientas mal. Es lo último que deseo. Si me pides que te lleve a casa, lo haré de inmediato.

Noto que su pecho sube y baja, como si le costara respirar. Como si la expectación por saber lo que saldrá de mi boca lo estuviera matando.

Pongo una mano sobre su torso, por encima de la camisa, y siento su corazón latiendo a mil por hora.

—El otro día iba muy bebida y, ahora que lo pienso, tal vez no…

—¿Crees que no fue como lo recuerdas? ¿Crees que el alcohol influyó para que pensaras que fue mejor de lo que en realidad fue?

—No he querido decir eso.

—Pero es posible —susurra—. Quizá no soy tan bueno como la imagen que tienes de mí. ¿Por eso te arrepientes?

Levanto una ceja ante su tono contrito y modesto.

—Sabes que eres bueno. ¿Quieres que te regale los oídos, es eso? Estoy segura de que no soy la primera mujer que queda impresionada con tus habilidades. A pesar del alcohol, a pesar de estar metidos en un cuartucho de mala muerte, reconozco que fue increíble. Y sé que, si repitiéramos, volvería a resultarme alucinante.

—Entonces, ¿de qué tienes miedo?

—Ya te lo he dicho, eres mi jefe. ¿Qué va a pasar después? Me gusta mi trabajo, sé que lo desempeño bien, pero esto… esto puede complicarlo todo.

—La oficina es una cosa —me dice entonces, y, señalándonos a los dos alternativamente, añade—: y esto que tenemos, esta energía que hay entre nosotros, es otra cuestión muy distinta.

Trago saliva, porque lo último lo ha susurrado con un tono tan sugestivo que ha vuelto a desarmarme.

—¿Te refieres a que debemos separar ambos mundos?

—Si queremos que ocurra, sí. —Rubén se inclina sobre mí y acerca su rostro tanto al mío que podría besarme con solo poner morritos. Su aliento me acaricia los labios cuando vuelve a hablar—. Pero si solo me ves como a tu jefe, si no eres capaz de verme como hombre, te dejaré en tu casa… y aquí no ha pasado nada.

¿Cómo puede decirme eso cuando su olor inunda todo mi mundo? El calor que desprende su cuerpo me alcanza y sus ojos atrapan los míos, dejando ver una necesidad que consigue que se me abra un hueco en el centro del pecho… Un hueco que solo él puede llenar. Es un manipulador excelente, un verdadero conquistador.

Un cabronazo que sabe muy bien qué tecla tocar para conseguir lo que quiere.



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