Descubriendo el placer by Tatiana Amaral

Descubriendo el placer by Tatiana Amaral

autor:Tatiana Amaral
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico, Novela
publicado: 2015-05-31T22:00:00+00:00


El domingo pasó lentamente. Me maltraté durante todo el día preguntándome por qué había aceptado. Sin embargo, mi cuerpo no podía resistirse a él y sería demasiado desgaste dejar que las cosas continuaran como habían ido ocurriendo hasta entonces. Él había aceptado mis reglas. Al menos ese detalle me permitía sentirme mejor.

Me fui a la cama pronto y di vueltas pensando en sus ojos grises que me quemaban por dentro y más profundo de lo que sus dedos habían sido capaces de tocarme.

Al día siguiente me desperté otra vez sin ganas de salir de la cama. Sería la primera vez que me encontraría con Robert en el trabajo después de aceptar ser su amante. Quería saber cómo sería, cómo actuaríamos. Mi actitud durante los últimos día era irreconocible incluso para mí, por eso no conseguía saber cómo reaccionaría.

Escogí un vestido azul, con escote en «V» no muy marcado, y con la espalda al aire. Era pegado hasta la cintura y luego se abría en ondas, lo que le daba un aire vaporoso. Como no sabía lo que Robert había querido decir con aquella mirada cuando mencioné que nos veríamos en el trabajo, me puse unas braguitas de encaje, pequeñas y azules.

Me sequé el pelo, castaño y largo, para alisármelo aún más. Me puse tacones y maquillaje. Estaba satisfecha con el resultado. Estaba guapa y me sentía extrañamente bien.

Salí del edificio y me topé con lo improbable: Robert Carter, de pie delante de su coche, mirándome con ojos salvajes. Llevaba un traje negro que le quedaba perfecto, como siempre. Mi jefe me abrió la puerta.

—Buenos días, señorita Simon.

—Buenos días, señor Carter.

Entré en el coche sin pedir más información. Él se puso al volante y salimos.

—¿Quiere su agenda de hoy ahora o esperamos a llegar a la empresa?

No tenía claro de qué debíamos hablar.

—No es necesario. Sé perfectamente lo que tenemos programado hoy. —¡Guau, aquello sí que era una novedad!—. Puedo garantizarte que no tenemos ningún compromiso profesional ni de la empresa hoy. Ninguno de los dos.

Me quedé boquiabierta y sin reacción.

—¿Y eso?

Miré por la ventanilla y vi que íbamos en dirección contraria a la empresa.

—Ya te lo dije, Melissa. Necesito un día entero contigo. Y me lo estoy tomando —dijo con voz nostálgica.

Sentí un hormigueo por todo el cuerpo. «¿Sería hoy, ahora, ya?», me pregunté.

Me repetí que debía concentrarme. Me asaltaron espasmos por todo el cuerpo solo porque me hubiera llamado por mi nombre de pila. Era tan íntimo.

—¿Y los compromisos de hoy?

—Los he cancelado todos. Mañana tendremos un día cargado. Y estarás muy cansada.

Una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. Mi corazón se aceleró. Robert encendió la radio del coche y nos quedamos callados escuchando la música —algo sobre alguien en llamas— y concentrados cada uno en sus pensamientos.

Cincuenta minutos después llegamos a una casa inmensa, perdida en medio de la nada. Mejor dicho, en medio de un bosque enorme que ni sabía que existía en Chicago. El silencio profundo asustaba. Paró el coche en la entrada, apagó el motor y volvió su atención hacia mí.



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