Desconocida by Noe Casado

Desconocida by Noe Casado

autor:Noe Casado [Casado, Noe]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-31T16:00:00+00:00


Capítulo 24

—El señor Mercier la espera en su comedor privado —le indicó un amable botones nada más llegar Gaby al Great Night.

Desde luego, no podían estar mejor aleccionados, pensó ella, agradeciendo el detalle con un gesto de asentimiento. No hacía falta que la guiaran; aun así, para no ofender al empleado, ya que se habría molestado si se lo hubiera dicho, caminó tras él en silencio.

—Gracias, a partir de aquí ya sigo sola —le dijo cuando llegaron a la escalera que conducía directamente a las habitaciones privadas de Olivier.

Reconoció para sí que estaba nerviosa.

Al salir del despacho de Sebastian, había pasado por casa para hablar con Stanley y consultarle un par de detalles técnicos sexuales; sin embargo, tuvo que quedarse con las dudas, pues ni rastro de él ni de su «novio». Era una pena, tendría que enfrentarse a lo que quiera que sucediera por ella misma.

Comenzó a subir y lo hizo despacio. Olivier ya debía de estar al tanto de su llegada, de ahí su lentitud para ponerlo nervioso, o al menos intentarlo.

Tenía no uno, sino dos ases en la manga. Uno era el acuerdo al que había llegado con Sebastian. Acuerdo que, por otro lado, se abstendría de mencionar para mantener a Olivier preocupado, impaciente y, sobre todo, proclive a negociar con ella, pues su intención era sacarle cuanto fuera posible, un buen pellizco, dicho de manera más corriente.

Y, sin duda, el segundo as era ella misma.

Durante su breve paso por la casa de Frank no se había molestado en ponerse ropa interior, solo en dejar una breve nota por si no regresaba a dormir. Y esperaba que así sucediera.

Por supuesto, no se preocupó por llamar a la puerta del comedor privado. Entró y se encontró con la sala en penumbra. ¿Casualidad? ¿Promesa? Tampoco iba a especular al respecto, así que se dirigió al fondo, donde la mesa estaba dispuesta. Allí la iluminación continuaba siendo tenue, pero al menos no tropezó con los muebles, como había estado a punto de ocurrirle.

—Llegas tarde —murmuró Olivier, acercándose con una copa de vino en la mano para ella.

—He estado ocupada —respondió, y aceptó la bebida antes de añadir con malicia—: Con mis cosas.

—Ya, me hago una idea —comentó él—. ¿Cenamos?

—Siempre y cuando dejemos los negocios a un lado —propuso Gaby, sabiendo que Olivier aceptaría solo por no contrariarla, aunque, desde luego, se moría por hacer preguntas.

—De acuerdo. ¿Y de qué hablamos entonces?

—Tienes fama de saber entretener a las mujeres, algo se te ocurrirá.

Olivier rio entre dientes ante aquel desafío que podría superar sin esforzarse demasiado, y asintió. Si ella supiera…

En ese instante aparecieron dos camareros empujando sendos carritos. Olivier les dio las gracias y les indicó que no interrumpieran, pues ya se encargaba él mismo de servir. Una vez a solas, le retiró la silla a Gaby, que aceptó el gesto, aunque esperaba que después mandase al cuerno tanta educación y, ya puestos, se deshiciera de aquel atuendo tan formal y volviera a quedarse en camisa, y a ser posible arrugada.

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