Conrad Joseph - 1904 - Nostromo by Conrad Joseph

Conrad Joseph - 1904 - Nostromo by Conrad Joseph

autor:Conrad Joseph
La lengua: ita
Format: mobi, epub
Tags: General, Fiction
ISBN: 9781499333978
editor: Edizioni Mondadori
publicado: 2014-05-01T22:00:00+00:00


Sotillo se levantó también, y plantándose delante de él, le examinó de pies a cabeza.

—Se ve que sus compatriotas no tienen mucha confianza en usted, señor doctor. Me parece que no les es usted muy simpático,

¿en? ¿Por qué es ello? Es extraño, ¿no?

El doctor, alzando la cabeza, respondió con una larga mirada inexpresiva y las palabras:

—Tal vez porque he vivido demasiado

tiempo en Costaguana.

— ¡Ah!, ¡ya! —repuso el coronel en tono alentador, y con una sonrisa que dejó ver su blanca dentadura resaltando sobre la negrura del bigote. —Pero usted se estima a si propio.

—Déjelos usted en paz —añadió el doctor,

clavando su yerta mirada en el hermoso rostro de Sotillo— y ellos mismos se harán traición muy pronto. Entre tanto yo intentaría hacer hablar a don Carlos.

—¡Ah,

señor

doctor!

—dijo

Sotillo

moviendo la cabeza—. Usted es un hombre que siente crecer la hierba: los dos nos entendemos admirablemente.

Volvióse, dicho esto, no pudiendo soportar

por más tiempo la mirada fría y persistente de

Monygham,

mirada

cuyo

vacío

impenetrable parecía encerrar la negra

profundidad de un abismo.

Aun en el hombre más desprovisto de

sentido moral queda la facultad de percibir el encanallamiento, y aunque el concepto del mismo sea convencional, eso no impide que se presente del todo claro. Sotillo creía que el doctor, tan diferente de todos los europeos, estaba pronto a vender a sus compatriotas y a Carlos Gould, su principal, por alguna parte de la plata de la mina. El coronel no le despreciaba por eso: la falta de rectitud moral de Sotillo era ingenua y tenía raíces en el fondo mismo de su carácter; tocaba las lindes de la estupidez, de la estupidez moral que no discierne entre lo honrado y lo indigno. Nada de lo que pudiera servir a la realización de sus designios le parecía realmente censurable.

A pesar de eso, despreciaba a Monygham,

teniéndole en un concepto menguadísimo, que servía de halago a su amor propio. Le despreciaba en el fondo de su corazón, porque pensaba privarle de toda recompensa. La comprensión honda que poseía el doctor del carácter de Sotillo le permitió engañarle enteramente y hacer que le tuviera por tonto. Desde que desembarcó en Sulaco, las

ideas del coronel se habían modificado mucho. Ya no aspiraba a conquistarse un puesto político en el gobierno de Montero. El proyecto le había parecido siempre dudoso y aventurado. No bien tuvo noticia por el jefe de ingenieros de que probablemente el día próximo se vería frente a Pedro Montero, sus temores sobre el particular se habían

aumentado en gran manera. El guerrillero, hermano del general — El Pedrito, como el pueblo

le

llamaba—,

gozaba

de

una

reputación especial, y era peligroso chocar con él. Sotillo había concebido de una manera vaga el plan de apoderarse no sólo del tesoro, sino también de la ciudad, y entrar luego

en

negociaciones

con

Pedrito,

procediendo con toda calma. Pero en

presencia de los hechos revelados por el ingeniero, que con toda franqueza le había expuesto la situación entera, su audacia, nunca impetuosa, había sido reemplazada por una vacilación prudente.

—Tenemos un ejército, todo un ejército que ha transpuesto ya la cordillera a las órdenes de Pedrito —repetía, no pudiendo ocultar su consternación—.



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