Cincuenta Sombras mas Oscuras by E.L.James

Cincuenta Sombras mas Oscuras by E.L.James

autor:E.L.James
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Erótico, Romántico
editor: ebook's Xibalba
publicado: 2012-12-19T05:00:00+00:00


***

Cuando vuelvo, Christian se ha quitado la chaqueta y está sentado en la barra del desayuno charlando con la señora Jones. Ella sonríe afable y dispone dos platos de comida caliente para nosotros. Mmm, huele muy bien: coq au vin, si no me equivoco. Estoy hambrienta.

—Espero que les guste, señor Grey, Ana —dice, y se retira.

Christian saca una botella de vino blanco de la nevera, y nos sentamos a cenar. Me cuenta lo cerca que está de perfeccionar un teléfono móvil con energía solar. Está animado y emocionado con el proyecto, y entonces sé que su día no ha ido tan mal del todo.

Le pregunto por sus propiedades. Sonríe irónico, y resulta que solo tiene apartamentos en Nueva York, en Aspen, y el del Escala. Nada más. Cuando terminamos, recojo su plato y el mío y los llevo al fregadero.

—Deja eso. Gail lo hará —dice.

Me doy la vuelta y le miro, y él me responde fijando sus ojos en mí. ¿Llegaré a acostumbrarme a que alguien limpie lo que voy dejando por ahí?

—Bien, ahora que ya está más dócil, señorita Steele, ¿hablaremos sobre lo de hoy?

—Yo opino que el que está más dócil eres tú. Creo que se me da bastante bien eso de domarte.

—¿Domarme? —resopla, divertido. Cuando yo asiento, arruga la frente como si meditara mis palabras—. Sí, Anastasia, quizá si se te dé bien.

—Tenías razón sobre Jack —digo entonces en voz baja y seria, y me inclino sobre la encimera de la isla de la cocina para estudiar su reacción.

A Christian le cambia la cara y se le endurece la mirada.

—¿Ha intentado algo? —pregunta con una voz gélida y letal.

Yo niego con la cabeza para tranquilizarle.

—No, Christian, y no lo hará. Hoy le he dicho que soy tu novia, y enseguida ha reculado.

—¿Estás segura? Podría despedir a ese cabrón —replica Christian.

Envalentonada por el vino, suspiro.

—Sinceramente, Christian, deberías dejar que yo solucione mis problemas. No puedes prever todas las contingencias para intentar protegerme. Resulta asfixiante, Christian. Si no dejas de interferir a todas horas, no progresaré nunca. Necesito un poco de libertad. A mí jamás se me ocurriría meterme en tus asuntos.

Él se me queda mirando.

—Yo solo quiero que estés segura y a salvo, Anastasia. Si te pasara algo, yo…

Se calla.

—Lo sé, y entiendo por qué sientes ese impulso de protegerme. Y en parte me encanta. Sé que si te necesito estarás ahí, como yo lo estaré por ti. Pero si albergamos alguna esperanza de futuro para los dos, tienes que confiar en mí y en mi criterio. Claro que a veces me equivocaré, que cometeré errores, pero tengo que aprender.

Me mira fijamente, con una expresión ansiosa que me incita a acercarme a él, hasta colocarme de pie entre sus piernas, mientras sigue sentado en el taburete de la barra. Le cojo las manos para que me rodee con ellas, y luego apoyo las mías en sus brazos.

—No puedes interferir en mi trabajo. No está bien. No necesito que aparezcas como un caballero andante para salvarme. Ya sé que quieres controlarlo todo, y entiendo el porqué, pero no puedes hacerlo siempre.



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