Cartas que siempre esperé by María de la Pau Janer

Cartas que siempre esperé by María de la Pau Janer

autor:María de la Pau Janer
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


XV

Luis miró a la mujer que estaba en la puerta: un rostro de facciones nerviosas, enmarcadas por los cabellos estirados hacia atrás. Ese detalle contribuía a la rigidez del conjunto: los pómulos marcados, las cejas arqueadas, los ojos muy abiertos. Al mismo tiempo se sintió observado como si fuera el protagonista de un gran error. Lo intuyó: ella esperaba a alguien que no era él. La mirada perdida, de animal herido o de fiera preparada para atacar, iba dirigida a otro. Las dos posibilidades se reducían a una única conclusión: Paula era una criatura vulnerable. Las personas que han sufrido pueden reaccionar encogiéndose en un rincón o saltando al cuello de sus enemigos. Ambos extremos eran posibles. Lo adivinó antes de que se dijeran una sola frase. Entonces, por primera y última vez, pensó que todavía estaba a tiempo de marcharse.

Tenía la oportunidad de volver atrás. Podía rehacer los pasos hasta el camino donde había aparcado el coche, y conducir hasta Palma. Era sencillo improvisar una excusa. No habría tardado en olvidar al visitante que llegaba a deshora. Nunca habría sabido cómo la había buscado, ni cuántas cosas sabía de ella. Cuando un juego se da por perdido, no son necesarias muchas palabras. La idea pasó por su cabeza como un rayo. Pronto comprendió que no quería marcharse. Por alguna extraña razón, parecía liberada. Tras la sorpresa de verlo, el encuentro no le resultaba ingrato. Sus facciones se relajaron. La mirada adquirió calidez, y el rostro recuperó el color. Él lo percibió. Le adivinó una expresión de tranquilidad que ocultó tras una seria máscara. Luis habló con amabilidad, como si su presencia en aquella casa fuera un hecho natural:

—Buenos días, ¿vive aquí el señor Gerardo Maür?

—Sí. —La respuesta estuvo acompañada por un gesto interrogante. ¿Quién pregunta por él?

—Soy Luis Alomar. He estudiado historia del arte y me considero un admirador de su obra. ¿Sería posible hablar con él?

—¿Para qué quiere verlo? —El tono neutro no ocultaba una crispación contenida.

—Me interesaría comprarle un cuadro. Ya sé que estoy actuando de una forma poco ortodoxa. Tendría que dirigirme a su marchante, pero siempre he preferido los tratos sin intermediarios. Garantizan la posibilidad de poder ver la pintura reciente del artista. Por otra parte, le hablaré con sinceridad, facilitan que la compra se haga a un precio… más conveniente.

—Para su bolsillo. Claro. —A Paula se le escapó una sonrisa—. Quiere ahorrarse las comisiones de los intermediarios. ¿Me equivoco?

—No es el motivo primordial de mi visita. Reconozco que tengo un gran interés por conocer personalmente al artista, pero es cierto que, si él y yo nos entendemos, no hacen falta más personas.

—Le confesaré que es más importante que se entienda conmigo. —Había un tono burlón en sus palabras, que Luis interpretó como un signo de complicidad—. Gerardo Maür tiene un marchante que suele hacer buenos tratos, pero su hija no se queda atrás.

—¿Es su hija?

—Sí.

—Estoy seguro de que hacer negocios con usted puede ser todavía más delicado. ¿Me he metido directamente en la boca del lobo? —Había una ironía amable en la pregunta.



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