Carpe Diem by Alfonso Ussía

Carpe Diem by Alfonso Ussía

autor:Alfonso Ussía [Ussía, Alfonso]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2002-08-31T16:00:00+00:00


La abubilla

Agonizaba el mes de mayo y el calor apretaba. El profesor de Griego, don Antonio Gimeno, siempre lacónico, dio la orden: «Abran las ventanas de par en par». Primeras brisas mañaneras sobre los altos pinos de la Alameda de Osuna. Traducíamos a Homero cuando, inesperadamente, por la ventana entró la abubilla.

La abubilla (Upupa epops) es un ave upúpida inconfundible. Plumaje pardo rosado, alas y cola negras listadas de blanco, cresta eréctil de punta negra y larguísimo pico curvado. Vive habitualmente en terrenos de arbolado y campos abiertos y se alimenta, a falta de blinis de caviar, de gusanos cómodamente instalados en la humedad de la soterra, y a los que sorprende atrapándolos con el pico, que parece tener un radar. Su tamaño, de unos treinta centímetros, le convierte en un ave más que respetable. Aquiles, el de los pies ligeros pasó a ser un sujeto secundario cuando irrumpió la abubilla. El profesor, poco amante de la ornitología y la naturaleza, le lanzó a la cabeza el borrador de la pizarra. «¡Largo de aquí, pajarraco!». El borrador chocó contra la pared y la abubilla se limitó a observar fijamente al maestro en Humanidades. «Al que saque al pájaro ése de aquí, le doy un sobresaliente», prometió el profesor. Nadie se atrevió a mover un dedo. La abubilla nos miraba como si fuéramos gusanos o lombrices. Abrió las alas. Cuando hizo el movimiento yo me había parapetado tras un pupitre en compañía de Javier Zuloaga, Eduardo Maracaibo y Javier Somió.

El siguiente paso de la abubilla fue el de lanzarse al ataque. Eligió como objetivo al profesor de Griego, que dando muestras de una agilidad impensable, se encerró en el armario de los abrigos. La abubilla se había vuelto loca.

Todos los alumnos en el suelo. El profesor en el armario. Cada vez que entreabría la portezuela para cerciorarse de que el enemigo alado había desaparecido, la abubilla se dirigía hacia él en vuelo rasante. Llegó el momento de abandonar la clase, y seguíamos todos a merced de la upúpida. Juanito Villate intentó alcanzarla con un Diccionario de Griego-Español / Español-Griego, pero marró estrepitosamente. El señor profesor, aprovechando un segundo de distracción de la abubilla, abandonó a gatas el aula al grito de «¡Socorro!». El sábado anterior había acudido, junto a su mujer, a un pase de la película de Alfred Hitchcock Los pájaros, que se ofrecía en el cine Gran Vía.

Su crítica, antes de producirse el episodio de la abubilla había sido fría: «Divertida pero irreal. No hay quien se crea que una bandada de pájaros pueda atemorizar a todo un pueblo. Una memez por muy de Hitchcock que sea».

Asomó la cabeza por su pupitre Juan Mato, expresidente de la Cámara de Comercio de Madrid. Aquello sulfuró a la abubilla. No calculó bien el pájaro su ataque a Mato, y se estampó contra la mesa de López-Cobo, que, ni corto ni perezoso, le arreó un soplamocos a Mato como si éste tuviese la culpa. Falleció en el acto, no Mato, sino la abubilla.



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