Bizancio by Judith Herrin

autor:Judith Herrin [Herrin, Judith]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2007-01-20T05:00:00+00:00

Cuando un agente imperial va a Jersón con este servicio, debe enviar a la vez a alguien a Patzinacia (la tierra de los pechenegos) y pedir rehenes y una escolta, y a su llegada ha de dejar a los rehenes bajo custodia en la ciudad de Jersón y dirigirse con la escolta a Patzinacia y realizar sus instrucciones.

Esta información práctica se ilustra mediante experiencias concretas:

Una vez, el clérigo Gabriel fue enviado por mandato imperial a los turcos, y les dijo: «El emperador declara que tenéis que ir y expulsar a los pechenegos de su sitio…». Todos los hombres principales entre los turcos clamaron con una sola voz: «Nosotros no vamos a interponernos en el camino de los pechenegos, ya que no podemos combatirles porque su país es grande y sus gentes numerosas, y son vástagos del diablo[42]».

En esta sección sobre los vecinos septentrionales de los bizantinos, Constantino proporciona una detallada descripción de la forma en que las gentes de Nóvgorod, Smolensk y otras ciudades de Rusia se reunieron en Kiev y zarparon Dniéper abajo rumbo a Crimea, desde donde cruzaron el mar Negro hacia Constantinopla. Describe asimismo los siete rápidos o cataratas del bajo Dniéper y la forma de sortearlos. En la primera de ellas, llamada Essoupi, que significa «¡No te duermas!», el agua se estrella contra las rocas del centro «con un potente y terrible estruendo». Para dar una idea de sus proporciones, informa de que esta catarata tiene la misma anchura que el campo de polo de Constantinopla. Allí los rusos desembarcaron a los hombres y guiaron los botes a pie para sortear las rocas del centro del río, impulsándolos con palos:

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