Aurora by V. C. Andrews

Aurora by V. C. Andrews

autor:V. C. Andrews [Andrews, V. C.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1990-11-01T05:00:00+00:00


10

UN NUEVO HERMANO,

UN AMOR PERDIDO

Durante los siguientes días, apenas vi a mi padre. Cada vez que lo veía, tenía el aspecto de estar como loco, apresurándose de un lado al otro, como una abeja obrera, mientras mi abuela deambulaba fríamente por el hotel como una reina. Cada vez que mi padre me veía, me prometía que pasaría más tiempo conmigo. Me sentía como una piedrecita en su zapato. Él se detenía para saludarme y entonces salía corriendo, olvidando de un encuentro al otro que me había visto y diciendo las mismas cosas.

Mi madre no bajó de su habitación durante muchos días. El día que apareció en la puerta del comedor, saludando a los huéspedes mientras entraban, vestía un bello traje color turquesa y se había peinado de forma que el pelo le formaba una onda justo sobre los hombros. Llevaba puesto un collar de brillantes que resplandecían tanto, que era cegador bajo la luz del candelabro que colgaba por encima y me hizo pensar que era una de las mujeres más hermosas que jamás, había visto. Tenía el aspecto de no haber estado enferma un solo día en su vida. Su cutis no podía estar más sonrosado, ni sus ojos más brillantes, su pelo más sano y rico.

Permanecí en un rincón del vestíbulo y contemplé como ella y mi abuela saludaban a la gente, ambas sonriendo cálidamente, estrechando manos, aceptando besos en las mejillas y besando a la vez a otras mujeres y hombres. Parecía como si todos los huéspedes del hotel fueran viejos amigos. Ambas, mi madre y mi abuela, tenían un aspecto radiante y vivo, activado por la muchedumbre de huéspedes que desfilaban ante ellas.

Pero cuando todo terminó, cuando todos los huéspedes habían entrado, mi abuela le lanzó a mi madre una mirada extraña, severa, y entonces entró en el comedor.

Mi madre no me vio observándola al principio. Pareció como si se fuese a echar a llorar. Mi padre vino a buscarla. Justo antes de que se volviese para acompañarle al comedor, miró en mi dirección.

Pensé que tenía la más extraña de las expresiones, tanto que al principio me asustó un poco. Me miró como si no me reconociese. Sus ojos estaban llenos de curiosidad e inclinó la cabeza ligeramente. Entonces le susurró algo a mi padre. Él se giró, me vio y saludó con la mano. Mi madre continuó hacia el comedor, pero mi padre atravesó el vestíbulo.

—Hola —saludó—. ¿Cómo te va? ¿Comes bien?

Asentí. Me había hecho la misma pregunta tres veces en dos días.

—Bien, mañana tendrás más para hacer y será más divertido. Philip y Clara Sue vuelven a casa. El colegio ha terminado.

—¿Mañana? —Había olvidado la fecha. Había perdido el sentido del tiempo.

—Ajá. Debo marcharme. El almuerzo está a punto de empezar. Tan pronto como tenga ese momento libre, charlaremos —añadió y me dejó rápidamente.

«Philip llegaba mañana», pensé. Tenía miedo de verle. ¿Cómo se sentiría por todo esto? ¿Estaría turbado? Quizá no se atrevería a mirarme a la cara. ¿Cuántas veces se habría acordado de



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