Amor con vistas al mar by Eva Zamora

Amor con vistas al mar by Eva Zamora

autor:Eva Zamora [Zamora, Eva]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-11-06T16:00:00+00:00


32

La segunda fiesta de compromiso iba a ser muy distinta de la primera. En realidad se trataba de una cena formal para presentar a Silvia a los accionistas de la compañía y demás gente de las finanzas relacionadas con los Alvarado; por consiguiente, el atuendo con el que engalanarse también sería diferente. Para esta ocasión, los hermanos vestían con traje de Valentino en color negro, camisa blanca de doble puño con gemelos de oro y corbata y pajarita sobrias. Silvia lucía un vestido azul oscuro con incrustaciones de brillantes, de corte sirena, entallado y con caída hasta el suelo. Los zapatos iban a juego, forrados de la misma tela y con idénticos engastes. La sobriedad de la celebración se palpaba solamente con contemplar la manera de vestir de los tres. Aunque daba igual la vestimenta que se pusiera Silvia, era innegable que estaba bella con cualquier vestido. Un aspecto que no pasaron por alto ninguno de los hermanos, que se quedaron boquiabiertos al verla llegar al salón preparado para el evento.

—¡Vaya, estás sumamente preciosa! —Samuel silbó.

—Espectacular, diría yo —añadió Víctor, sin quitarle los ojos de encima.

—Muchas gracias por vuestros cumplidos. —Sonrió—. Vosotros también estáis muy guapos y elegantes.

—Bueno, aceptables —dijo Samuel, y, mirando a Víctor, le pregunto—: ¿A que sí, hermano?

—Sí, aceptables —contestó sin apartar la vista de Silvia, pensando que estaba deslumbrante.

Los invitados comenzaron a llegar con rigurosa puntualidad. En menos de diez minutos la treintena de asistentes ocupaba el salón, y entre ellos Judith. Era una mujer hermosa de melena castaña, ojos verdes, facciones perfectas y cuerpo de modelo. Acudió a la fiesta con una indumentaria que a pocas les sentaría bien y que menos sabrían lucir: un mono negro de gasa, con la espalda al aire, adornado por un cinturón ancho y dorado que le marcaba la cintura de avispa. Sobresalía de entre todas las mujeres que habían acudido, y no solo por ser de las más jóvenes, sino por su elegancia y belleza.

Silvia miró a Samuel y vio en sus ojos un asomo de melancolía al contemplarla; eso indicaba que su corazón todavía sentía algo por ella, era indudable.

Judith y su padre, un hombre fornido con una prominente barriga, se acercaron a saludarlos.

—¿Qué tal, Samuel? Cuánto tiempo sin verte —dijo él, estrechándole la mano de manera agradable.

—Bien, todo bien. Gracias, Guillermo —contestó con una sonrisa.

—Hola, Samuel —lo saludó Judith, agachándose para darle un abrazo y dos besos—. Te veo muy bien —añadió al separarse.

—Lo estoy, como le he dicho a tu padre. —Volvió a sonreír—. Y ahora, dejadme que os presente a mi prometida, Silvia Ribas Manzano, la mujer que me ha robado el corazón.

—Encantado. —Guillermo estrechó la mano de Silvia.

—Igualmente —contestó ella.

—Me alegra mucho conocerte —dijo Judith, estrechándole también la mano en lugar de darle dos besos.

—Yo también me alegro —respondió ella con una imborrable y cínica sonrisa en los labios.

—Pues como ya estamos todos, será mejor que tomemos asiento —anunció Samuel, haciendo una seña a Filiberto para que cada cual ocupase su lugar.

La cena, tal y como había imaginado Silvia, fue un aburrimiento; un muermo, en términos más coloquiales.



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