Esclavos por la patria by Isaías Lafuente
autor:Isaías Lafuente [Lafuente, Isaías]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2001-12-31T16:00:00+00:00
[â¦] pero cuando llegábamos al campamento cada noche, terminada la durÃsima tarea, sólo tenÃa ganas de meterme en el camastro para descansar unas horas y recuperar fuerzas. Gracias a eso sobrevivÃ, aunque por culpa de la falta de higiene agarré la sarna, un sarnazo que me tuvo doce dÃas en un hospital de Toledo en donde me trataron divinamente.
Esta vida miserable se pagaba, además, mÃseramente. Ya hemos analizado lo que cobraban los presos sometidos a este tipo de trabajo forzado: cincuenta céntimos en mano, dos pesetas para la mujer y una por cada hijo menor de 15 años. En el mejor de los casos, esta cantidad apenas representaba una cuarta parte de lo que cobraban los obreros libres de la misma categorÃa y era infinitamente inferior a lo que recibÃan los presos que ya tenÃan un empleo antes de ser encarcelados. Es elocuente el caso de Emilio Fernández Scott, que llevaba trabajando veintidós años como perito mercantil en la CompañÃa de Maderas de Avilés antes de la guerra. TenÃa mujer y tres hijos menores de 15 años, asà que era uno de los presos que mayor cantidad de subsidio generaba por su trabajo forzado: cinco pesetas y cincuenta céntimos diarios, poco más de 1.800 pesetas anuales, cuando su salario anterior como técnico era de 8.000 pesetas, según los datos que quedaron reflejados en el Fichero Fisiotécnico.
Lo máximo que llegó a cobrar Conrado del Cubo durante los tres años que trabajó como preso en Brunete fueron tres pesetas diarias, por su mujer y por su hija. Cuando cumplió su condena, quedó adscrito a la nómina de trabajadores libres que seguÃan levantando el pueblo y entonces vio multiplicar su exiguo salario por cinco: catorce pesetas y cincuenta céntimos. Tampoco era una maravilla en una época en la que pagaban por el alquiler de una habitación 75 pesetas mensuales o en la que conseguir un litro de aceite de oliva en el mercado negro podÃa salirle por 60 pesetas. Pero era cinco veces más de lo que cobraba como preso.
Jesús Cantelar trabajó como barrenero en Buitrago de Lozoya y en la cripta del Valle de los CaÃdos. En Buitrago cobraba dos pesetas y cincuenta céntimos como prima por trabajo peligroso. En el Valle, el sueldo se le multiplicó por dos, cinco pesetas diarias. Cuando quedó libre, fue uno de los muchos trabajadores que siguió trabajando en las obras. Entonces su sueldo base, ya como capataz, se multiplicó por diez: 345 pesetas semanales, que era lo que se pagaba entonces. Y eso le daba «para alimentarse y para vestirse».
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