Zombie by Mike Wilson

Zombie by Mike Wilson

autor:Mike Wilson
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Terror, Novela
publicado: 2013-07-12T22:00:00+00:00


FISCHER

Es la primera vez que veo nieve. James dice que antes del Holocausto la nieve precordillerana no era algo fuera de lo común, que ocurría de vez en cuando durante los inviernos más crudos. Nos quedamos en el bosque un rato, acostados boca arriba, contemplando la caída preciosa.

—Ven a quedarte conmigo esta noche. En la casa.

—No sé, estoy preocupada por Tomás, no he visto al niño desde anoche.

—No creo que aparezca por acá. Lo vi esta mañana, estaba con las mellizas, lo llevaban a no sé dónde. Temo que se involucraron con el grupo de Frosty. Cada vez son más los locos, oí por ahí que se hacen llamar los Arcanos.

—Sí... supe. Predican que el fin se acerca, que pronto todo se va a acabar. James se ríe.

—¿El fin? Un poco tarde, ¿no? Lo anuncian con cinco años de atraso.

—Sí, pero nosotros permanecemos. La Avellana, los huérfanos... El mundo aún puede acabarse.

Salimos del bosque, el Misil Clavado está cubierto por una capa delgada de nieve. Se ve hermoso, como un ángel sin alas, caído de algún paraíso olvidado, abandonado por los dioses. Al acercarnos, creo oír pisadas huyendo de nosotros. Parece que James también lo detecta. Nos acercamos al Misil, vemos que alguien ha despejado la nieve de un costado del cilindro. Él no reconoce el grafiti, pero yo sí.

Aparto la mirada de los tentáculos negros, mi mano tiembla.

—Salgamos de este lugar.

Seguimos por la calle del suburbio, alzo la vista y veo las zapatillas colgantes, ahora las acompaña Emma... siete pares. Caminamos un par de cuadras más hasta llegar a la casa. Al entrar, James anuncia nuestra llegada, su voz crea un eco, pero no hay respuesta.

—Extraño. Parece que mi hermana salió. Es mejor así.

Subimos al segundo piso. Entramos a su pieza, huele a calcetines. Hay una ventana grande sobre su cama, se puede ver la casa de Andy. Parece que sigue despierta, las lámparas del segundo piso están encendidas.

James se desviste y se pone un pantalón de pijama. Le queda chico, tiene las rodillas manchadas. Me pasa una camisa y trae una segunda almohada para la cama. Estoy cansada, pero temo cerrar los ojos, cada vez que lo hago veo el témpano y los tentáculos negros.

—¿Dónde está el baño?

—En el pasillo, a la derecha. Llévate la lámpara.

El baño es verde-oliva, no le haría mal pasarle un trapo. Cierro la puerta y me veo en el espejo. Mi respiración se agita y el reflejo comienza a vibrar. Busco en el bolsillo de mis jeans, encuentro el sobrecito blanco y saco un cristal.

Cuando regreso al dormitorio, apago la lámpara para que James no vea mis ojos dilatados. Me acuesto a su lado, él me abraza, todo está mejor, me siento bien, en control, poderosa.

—Fischer.

—¿Sí?

—¿Alguna vez te conté de mi niñez?

—Creo que no.

—Tenía un grupo de amigos, éramos muy unidos, casi hermanos. Nos juntábamos todos los sábados para jugar juegos de video y hacer una que otra travesura inocente. Éramos cuatro. El gordito, el rebelde, el chino y yo, nos hacíamos llamar los Goonies.



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