Donde nunca sale el sol by Giorgio Scerbanenco

Donde nunca sale el sol by Giorgio Scerbanenco

autor:Giorgio Scerbanenco [Scerbanenco, Giorgio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1975-01-01T05:00:00+00:00


—Emanuela, trata de ser comprensiva: Tonio está buscándote, fue expresamente a Milán para verte y hablar contigo, ¿comprendes?

Alfonsina Karr sintió que la muchacha se le aflojaba entre los brazos, ablandada y conmovida.

—Ahora escúchame bien, Emanuela. Tonio no te encontró en el instituto y ahora está de regreso hacia aquí porque sabe que tú has telefoneado. Partió de Milán esta mañana, un poco antes del mediodía. Creo que llegará antes de la noche, pero, seguramente, durante el viaje llamará por teléfono. Entonces le diré que estás aquí. ¿Comprendes, Emanuela?

Sí, claro que comprendía. Y también se sentía infinitamente débil al relajarse la tensión que antes la sostenía. La señora Karr se dio cuenta y, cogiéndola del brazo, la llevó hasta un diván que ocupaba un ángulo de la sala; la hizo sentarse, volvió a acariciar sus extraños y divertidos cabellos negros.

—Faltan pocas horas; creo que llegará antes de las ocho. Me alegro que estés aquí, y la alegría que tendrá Tonio cuando sepa que te encuentras en casa.

A las cuatro y media, Tonio detuvo su coche en el área de servicio de Castel Viscardo. Salió del coche, bajo el sol intenso de la mañana de primavera, y el abogado Álvarez también descendió. Ambos hombres, uno tan rubio y el otro tan moreno, y los dos tan altos, alteraron la profesional frigidez de la cajera, que, contrariamente a su costumbre y venciendo su neurótica fatiga, le contestó a Tonio con una cortesía hasta casi dulzona, inclinando su agriado rostro treintañero en un patético intento de femineidad:

—Sí, señor, le pediré en seguida esa conferencia urgente con Roma.

Roma urgente se dio con insólita rapidez, casi inmediatamente. Tonio Karr estaba ya cerca del teléfono, junto con el abogado, y Adelina, desde Roma, contestó con su clásico estilo:

—Familia Karr, ¿quién habla?

—Adelina, ponme con mamá.

—Sí, señorito.

un instante después, la voz de mamá. Mamá era una toscana exacta que sabía con áspera exactitud qué había de decirle a cada uno, y en qué momento:



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