Yira by Corín Tellado

Yira by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1956-01-01T05:00:00+00:00


VIII

A la mañana siguiente todos los periódicos de Londres comentaban sin resquemor ni burla, sino respetuosamente, el enlace de la muy distinguida lady Leigh con el famoso novelista Ray Hampson.

El hecho de que Yira Leigh apareciera súbitamente en escena y casada nada menos que con el hombre más codiciado en la Corte, desterraba cualquier comentario que aún pudiera surgir respecto a un pasado que no se había visto demasiado claro. Si alguien pensó en el enlace como en una forma de tapar viejas manchas, lo calló ladinamente. Y Yira no recibió desaire alguno, sino al contrario, muchas felicitaciones y grandes besos de bienvenida.

A la mañana siguiente Yira se revolvió perezosa en el lecho, un lecho descomunal, que seguramente perteneció a la vieja lady Hampson. Desperezóse y se tiró después del lecho. Cubrióse con una bata y abrió una puerta. Sabía que vivía en el palacio de Ray, pero ignoraba todo lo relacionado con su nueva morada. Así, pues, cuán grande no sería su sorpresa al ver a Ray tendido en una cama en la habitación contigua.

—Oh, perdona…

—Pasa, pasa. Estoy leyendo los periódicos —dijo él riendo—. ¿Sabes que estos periodistas son muy ladinos? Seguramente tu padre leerá la Prensa…

—¿En Oriente?

—Tengo entendido que tu padre recibe la Prensa de Londres todos los días por mediación de su administrador. Ah, se me olvidaba algo muy importante. Lord Leigh ha puesto el castillo en venta.

Yira, que aún permanecía en la puerta, la cerró de un golpe y avanzó resuelta hacia el lecho donde plácidamente descansaba Ray.

—¿Estás seguro de ello?

—Me lo participó ayer su administrador.

—Papá no puede hacer eso, Ray. Debes evitarlo.

—No podré porque ya lo han adquirido.

Yira mordióse los labios. Miró hacia lo lejos y después automáticamente cogió un cigarrillo de sobre la mesa de noche.

—¿Fumas?

—Cuando lo necesito, y en este instante lo necesito muchísimo. ¿Quién ha comprado el castillo?

—Yo.

El cigarrillo quedó en el aire sujeto por los dedos de la fina mano y Yira expulsó con lentitud una bocanada de azulado humo.

—¿Por qué?

—Porque tú lo deseabas. Porque aquel castillo lleno de recuerdos no podría jamás ir a parar a manos profanas. Por eso lo adquirí.

—Eres muy generoso.

—¿Adónde vas?

—A mi alcoba.

—Perfectamente. Bajaré en seguida para acompañarte al comedor. Te presentaré a la servidumbre y después daremos un paseo a caballo.

Era una vida simple, exenta de interés, pero Yira era feliz. Los días se deslizaron agradables y tibios dentro de aquel palacio majestuoso y rico que suponía un marco maravilloso para su belleza. Fue presentada en la Corte y asistió a fiestas y bailes, siempre en compañía de Ray. Acostumbróse a; él de tal modo, que por nada del mundo permitiría que la separaran de Ray.

Aquella tarde lord Hampson llegó un poco excitado a su morada. Yira que se hallaba en el saloncito leyendo junto a la chimenea, elevó los ojos para mirarlo. Jamás se había detenido mucho en mirar a Ray antes de haberse casado con él. Es más, casi no lo conocía. Ray hacía su vida lejos de ellos y solo una vez a su regreso del colegio pudo charlar un poco con él.



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