(Warhammer - Gotrek Y Félix 09) Matahombres by Nathan Long

(Warhammer - Gotrek Y Félix 09) Matahombres by Nathan Long

autor:Nathan Long [Long, Nathan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: sf_fantasy
ISBN: 9788448036546
editor: Timun Más
publicado: 2011-12-31T16:55:30+00:00


* * *

Unas pocas gotas de lluvia salpicaban los escalones cuando Félix y Otto salieron del Wulf's. Espesas nubes ocultaban las lunas, y el viento era frío y húmedo. Otto llamó a su carruaje, que se acercó con los caballos al trote. Félix subió tras su hermano, contento de que fuese un vehículo cubierto. Daba la Impresión de que se avecinaba una tormenta.

Cuando comenzaron a avanzar por el Camino Comercial hacia la puerta del distrito Kaufman, Otto cruzó las manos sobre la redonda barriga y eructó, satisfecho.

—¿Te alojas en el Colegio de Ingeniería? —preguntó—. ¿Puedo dejarte allí?

—Gracias —dijo Félix. Cuanto antes regresara, mejor—. Muy amable por tu parte. Y gracias por la cena.

—De nada. También yo estoy contento. Me alegra que, finalmente, hayas decidido hacer algo con tu vida. Una vez que empieces a trabajar en la compañía, cenaremos fuera, como hoy, continuamente. Aunque espero que no quieras ir al Wulf's la próxima…

Otto fue interrumpido por un grito, y el carruaje se desvió y se detuvo bruscamente entre relinchos de caballos y derrapar de cascos sobre los adoquines mojados. Félix y Otto salieron volando del asiento, hacia adelante. Félix oyó que los guardaespaldas maldecían al ser lanzados de sus puestos en la parte posterior e intentar caer de pie en la calle.

Félix se puso de pie y echó mano a la espada.

—¡Manni! ¡Yan! ¡Olaf! ¿Qué sucede? —gritó Otto.

—Hombres, señor —respondió la voz del cochero.

—Hombres con espadas —añadió uno de los guardaespaldas—. Alrededor de una docena.

El miedo aferró el corazón de Félix. ¿Quiénes eran? ¿Los caballeros de Hermione? ¿Hombres de la Llama Purificadora? ¿La condesa Gabriella habría decidido matarlo, después de todo?

—Tranquilos, caballeros, tranquilos —dijo una voz con acento de Las Chabolas—. Sólo queremos vuestros objetos de valor, no vuestras vidas. Entregadlos pacíficamente y no habrá necesidad de ponerse violento.

Félix se quedó boquiabierto de asombro. ¡Por la misericordia de Shallya! ¿Sólo se trataba de asaltantes? ¿Era posible que tuviera tanta suerte?

—¡Apartaos, rufianes! —les contestó el otro guardaespaldas—. Obtendréis acero antes que oro.

—¡No, no! —gritó Otto—. ¡No luchéis contra ellos! No vale la pena que os juguéis la vida. Dejadlo. —Se levantó y se asomó por la ventanilla—. Acercaos, caballeros. Os daremos lo que tenemos.

—Así se hacen las cosas, mis señores —dijo la voz con acento de Las Chabolas, mientras unas botas avanzaban hacia el carruaje por ambos lados—. Con educación y tranquilidad.

—Cuidado con lo que hacéis —gruñó un guardia—. Nada de trucos.

—¡Por la barba de Sigmar! —dijo Otto, en tanto se quitaba laboriosamente los anillos de los dedos y comenzaba a meterlos debajo de los cojines del asiento—. Qué descaro tienen estos tipos. ¡¡Justo en medio del Camino Comercial! ¿Dónde está la guardia cuando la necesitas?

Félix volvió a sentarse en el asiento cuando los pasos de botas llegaron a las dos portezuelas, y se llevó una mano a la daga. El carruaje se meció sobre los amortiguadores, y en las ventanillas aparecieron dos sonrientes rostros con cicatrices.

—Buenas noches, caballeros —dijo el que había aparecido por el lado de Félix, un tipo moreno con sombrero blando.



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