Buenos Aires es leyenda 3 by Víctor Coviello Guillermo Barrantes

Buenos Aires es leyenda 3 by Víctor Coviello Guillermo Barrantes

autor:Víctor Coviello Guillermo Barrantes [Guillermo Barrantes, Víctor Coviello]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Cuento, Fantástico


La moraleja del cuento nos vuelve a introducir en la arquitectura de nuestro mito, de neto carácter social. El barrio, desagradecido con este singular músico, primero se encandila a principios de los 90 pero cae en desgracia a partir de pasada la mitad de la década. Como en el relato, Barracas se puso silenciosa y triste. Sus fábricas cerraban y la pobreza se extendía. Se volvía a repetir el ciclo que venía de la época de la fiebre amarilla. Imprevisión, avaricia. Lo que rompería en este caso el ciclo sería el ascenso de otra leyenda que vendría a mitigar semejante castigo. Curiosamente, una víctima, Ernestina Miranda, o la popularmente llamada Vieja del Agua, devuelta por las contaminadas aguas del Riachuelo para cumplir esa misión reparadora.

Por eso dejamos para el final este «enfrentamiento» entre estos dos personajes míticos porque es digno de mención.

Este testimonio fue recogido en un clásico bar de California y Montes de Oca. Nada de lo que se dijo ahí fue refutado por los presentes. Muchos habían escuchado la historia y aseguran que es cierta y, además, muy reciente.

Demetrio (empleado municipal y cantante de tango de fin de semana. Mezcla lavada de Gardel y un timbre de voz lejanamente parecido al de Julio Sosa) se sentó en una de las sillas de madera y se quedó mirando la calle un largo rato como si el asfalto tuviera memoria y él pudiera leerla.

—Ese Hassan salió de acá nomás —nos dijo—, decían que estaba guardado en la fábrica abandonada de Noel, en esta (California) y Av. Patricios.

»Yo venía de hacerle el aguante a unos muchachos como invitado en el Viejo Almacén. Venía escamoteando un aguacero, se me ocurrió meterme por Santa Magdalena. No sé si sabrán, al menos las dos primeras cuadritas, la hacen la calle más angosta de Buenos Aires. Justo estaba por ahí. Enseguida me di cuenta de que no era el único.

»Hacía un tornillo que te la regalo. Encima las gotas de lluvia parecían escupidas de muerto de tan heladas. Igual, algo me decía que no me tenía que rajar. No me equivoqué: en medio de la lluvia estaban el Flautista con su ropas que brillaban con los relámpagos, y la vieja, más oscura que la noche. Hassan manejaba su instrumento como si fuera una espada, la música salía de la flauta con cada estocada, y aquellas notas parecían atravesar la lluvia y deshacer a esa montaña de barro que era la vieja. Y la señora pegaba unos gritos horribles que, les puedo asegurar, no eran de este mundo, porque no le venían de la garganta, era como que todo ese cuerpo turbio largara ese sonido que te hacía castañear la dentadura. La cosa habrá durado casi media hora. La vieja estaba deformada por los «tiros» de la flauta, pero igual se le acercaba al músico. Hasta que lo arrinconó contra una pared y lo empezó a cubrir de barro. Reconozco que yo le había dado bastante al tinto, pero esas cosas no te las hace inventar el alcohol.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.