Vuelo final by Ken Follett

Vuelo final by Ken Follett

autor:Ken Follett [Follett, Ken]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Bélico, Histórico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2002-01-01T05:00:00+00:00


15

El primer día de trabajo de Harald en la granja de los Nielsen terminó con más éxito de lo que se había atrevido a esperar. El viejo Nielsen disponía de un pequeño taller con equipo suficiente para que Harald pudiera reparar prácticamente cualquier cosa. Había reparado la bomba de agua de un arado a vapor, soldado una bisagra en la oruga de un vehículo, y localizado el cortocircuito que hacía que las luces de la alquería se apagaran cada noche. Comió un generoso almuerzo de arenques y patatas con los trabajadores de la granja.

Por la tarde había pasado un par de horas en la taberna del pueblo con Karl, el hijo menor del granjero, aunque solo había bebido un par de vasos de cerveza porque se acordaba de la estupidez que el alcohol lo había impulsado a cometer hacía una semana. Todos estaban hablando de la invasión de la Unión Soviética iniciada por Hitler. Las noticias eran malas. La Luftwaffe aseguraba haber destruido mil ochocientos aviones soviéticos en tierra durante una serie de ataques relámpago. En la taberna, todo el mundo pensaba que Moscú caería antes del invierno con la única excepción del comunista local, e incluso él parecía preocupado.

Harald se fue temprano porque Karen había dicho que quizá iría a verlo antes de la cena. Mientras caminaba hacia el viejo monasterio, se sentía cansado pero muy satisfecho de sí mismo. Cuando entró en el edificio en ruinas, se quedó asombrado al encontrar a su hermano dentro de la iglesia, contemplando el avión que habían dejado tirado allí.

—Un Hornet Moth —dijo Arne—. El carruaje aéreo del caballero.

—Está hecho un desastre —dijo Harald.

—Oh, en realidad no. El tren de aterrizaje se encuentra un poco doblado.

—¿Cómo crees que ocurrió?

—Sería al tomar tierra. El extremo trasero de un Hornet tiende a bambolearse de un lado a otro fuera de control, porque las ruedas principales quedan demasiado hacia delante. Pero los tubos del eje no han sido diseñados para soportar la presión lateral, con lo que pueden terminar doblándose cuando te bamboleas lo bastante violentamente.

Harald vio que Arne tenía un aspecto terrible. En vez de su uniforme del ejército, llevaba lo que parecían las ropas viejas de otra persona, una gastada chaqueta de tweed y unos pantalones de pana que habían perdido el color. Se había afeitado el bigote, y una gorra grasienta cubría sus rizados cabellos. Sus manos sostenían una pequeña cámara de 35 mm. En su rostro había una expresión tensa en vez de su habitual sonrisa despreocupada.

—¿Qué te ha sucedido? —preguntó Harald con preocupación.

—Me he metido en un lío. ¿Tienes algo que comer?

—Nada. Podemos ir a la taberna…

—No puedo mostrar mi cara. Soy un hombre buscado. —Arne trató de sonreír, pero lo que terminó saliéndole fue una mueca—. Cada policía de Dinamarca tiene mi descripción, y hay carteles con mi foto por toda Copenhague. Un policía me persiguió a lo largo de todo el Stroget y conseguí escapar por los pelos.

—¿Estás en la resistencia?

Arne titubeó, se encogió de hombros y dijo:

—Sí.

Harald estaba muy emocionado.



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