Vivir de buena gana by Miguel Sánchez-Ostiz

Vivir de buena gana by Miguel Sánchez-Ostiz

autor:Miguel Sánchez-Ostiz
La lengua: spa
Format: epub
Tags: EPUB, OPF, OCF, OPS
editor: Alberdania
publicado: 2019-02-25T00:00:00+00:00


Por cierto, que el rincón del Museo Policial donde está la fotografía de Barbie, debajo de la de Hitler, en compañía de otros militares prusianos que trajeron el autoritarismo con ellos y de una buena colección de fetos humanos, se comenta solo.

El Gobierno boliviano habla de mercenarios, la prensa que no está con él, lo hace de sicarios. No es lo mismo. Lo primero tiene o admite una implicación política cierta, mientras que lo segundo remite, como mucho, al crimen organizado.

En Bolivia existen organizaciones paramilitares al servicio de la más radical oposición a Morales, sobre todo en la región de Santa Cruz, mientras que a la lejana región donde se perpetró la matanza de septiembre del año pasado, se la denomina “santuario de la violencia”. Una violencia antigua ligada a los grandes grupos empresariales, al contrabando y al narcotráfico.

Pero en la calle, y al margen de los masistas, se insiste y se da por supuesto el montaje gubernamental. Una prueba más de una “corrupción generalizada” que en la práctica no se ve. Mercenarios o sicarios, hasta ahora ha habido tres muertos de origen e identidades propias del reparto más elemental de los telefilmes de mercenarios y terroristas, pero no muy alejada de la realidad de un floreciente mercado criminal, ligado al de la seguridad, al servicio siempre del que mejor pague. En el caso de Bolivia a políticos ligados a grupos empresariales agroalimentarios, madereros o mineros, al narcotráfico, a la hegemonía en la propiedad de la tierra y a la oposición a que se revisen los títulos de propiedad o posesión de estas.

Hay un barrio de La Paz en el que por algún motivo que desconozco los carteles de personas desaparecidas abundan más que en otros. Son unas calles desangeladas, no muy alejadas de la céntrica plaza Murillo, con edificios ruinosos o descalabrados que esperan su ruina total.

Los desaparecidos no son jóvenes, sino gente de mediana edad. Esas desapariciones alimentan unas leyendas urbanas siniestras que se cuentan más o menos a media voz junto con toda una crónica negra de secuestradores, asesinatos y crímenes rituales.

Se trata de secuestros y asesinatos con el objeto tanto de despojar de órganos a los cuerpos como de vender los cadáveres para enterrarlos en los cimientos de edificios en construcción, en lugar de los tradicionales fetos de llamas que venden en las chiflerías, en busca de la suerte favorable de la madre tierra. Eso me decía Murillo. Lo cuenta muy bien, con gracia.

Verdad o mentira, esa es una de las leyendas urbanas que corren y alimentan una literatura negra que parece complacer a quien la practica. Lo que sí es cierto es que en La Paz desaparece gente que nunca es encontrada y que los hallazgos de personas asesinadas no identificadas son habituales.

En la Cinemateca Boliviana proyectan un documental sobre Fernando Vallejo, dirigido por el también colombiano Luis Ospina.

No sé si La Paz es comparable al Medellín o al Bogotá del que habla Vallejo, pero sí sé que es una ciudad dura, con habitantes que



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