Viajes por el antiguo Imperio Romano by Jorge García Sánchez

Viajes por el antiguo Imperio Romano by Jorge García Sánchez

autor:Jorge García Sánchez
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Historia
publicado: 2016-01-01T00:00:00+00:00


LOS TEMIBLES BURLONES

Un aforismo de Publilio, este antiguo esclavo que se ganó el corazón de los romanos con sus pantomimas, enunciaba que quien naufragaba por segunda vez cometía la injusticia de acusar a Neptuno. Implícito quedaba que quien se embarcara repetidas veces lo hacía asumiendo los riesgos del mare nostrum, que no eran pocos. Sobrevivir al zozobrar de un barco dejaba al infortunado náufrago con lo puesto; quebraba economías familiares, e incluso abandonaba a su suerte al navegante en tierras extranjeras. Sufrir un ataque pirático, por otro lado, significaba la muerte, la esclavitud de por vida, y de tratarse de una víctima de fortuna, quizá el regreso a casa después de la entrega de un rescate. Al despuntar en el horizonte las velas de una nave pirata estas parecían las únicas opciones posibles.

El de pirata, se ha escrito con frecuencia, es uno de los oficios más viejos del mundo. Y se desarrolló en paralelo al comercio: un mercader que fondease en una bahía con el propósito de intercambiar bienes con los autóctonos, si se le presentaba la ocasión, secuestraba a todos los que se le pusieran a tiro, hombres, mujeres y niños destinados al tráfico humano, y saqueaba el asentamiento. Los fenicios, escribió Heródoto, fueron expertos en el empleo de estas tácticas, y ya Homero, cuya mentalidad despreciaba la figura del mercader profesional —sólo los desclasados y las capas inferiores de la sociedad griega del siglo VIII a. C. se dedicaban a estos menesteres—, los dibujó como comerciantes taimados y sin escrúpulos, cargados de los tópicos negativos de la época; el propio Ulises sufrió las artimañas de un fenicio patrañero, que intentó obtener una ganancia del héroe vendiéndolo en Libia.

La piratería que heredó Roma, sin embargo, estuvo más relacionada con la situación político-económica del Mediterráneo en época helenística. En el puzle de los poderosos reinos que surgieron de la descomposición del Imperio de Alejandro Magno, determinadas regiones restaron arrinconadas, con una agricultura empobrecida y unas posibilidades de subsistencia marginales, pero que sin embargo encontraron en el acoso a la navegación mercantil de los estados adyacentes una manera fácil de enriquecerse. Hablamos de zonas de la cuenca mediterránea caracterizadas por su geografía intrincada, cuya abundancia de refugios y de calas naturales favoreció la proliferación de nidos de piratas desde donde lanzar sus razias: los ilirios, los dálmatas, los cretenses, los cilicios y los etolios que actuaban en los mares Adriático y Egeo (en general también en el Mediterráneo oriental) se nombran de ordinario entre los pueblos orientados hacia esta vía delictiva de lucro en la Antigüedad romana, a los que habían dado paso los cartagineses, etruscos, fenicios y foceos que en períodos anteriores dominaron el pillaje de los mares.

Su modus operandi consistía en el abordaje de los barcos cargados de mercancías, de cuyas rutas se enteraban sonsacando a los marineros en las tabernas portuarias, lo cual no excluía el saqueo sistemático de poblaciones costeras —o la recaudación de contribuciones a fin de no hacerlo—, la venta de esclavos y la obtención de rescates de personajes de alcurnia capturados.



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