Veniss soterrada by Jeff VanderMeer

Veniss soterrada by Jeff VanderMeer

autor:Jeff VanderMeer [VanderMeer, Jeff]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T05:00:00+00:00


4

La psicobruja que Vela llamó Viga se asomó a su insólita y enjoyada mirilla como un exótico pez del canal: de movimientos lentos, elegante y muy peligrosa. Había renunciado a un ojo para poder vincularse con lo subatómico, lo subcromosomático. Vivía un nivel por encima de Vela, en un barrio de negocios clausurados y fábricas cerradas. Para llegar allí, Vela había guiado a Shadrach por un laberinto de estrechos pasillos y Shadrach había hecho todo lo posible por catalogar mentalmente cada vuelta y cada giro para futuras referencias. Llevaba todo el día perdido en la doble tristeza del estado de Nicola y en la pérdida de su familia, y la sensación de culpabilidad por sentir tan poco lo de su familia. Durante diez años los había envuelto una nube gris falta de detalles. Desde luego que debería sentir algo, pero se dio cuenta de que su corazón solo tenía espacio para Nicola, que su preocupación por ella había expulsado otras consideraciones. ¿Lo convertía eso en un loco?

Cuando llegaron, Vela sostuvo una larga conversación susurrada con ella mientras Shadrach aguardaba en una esquina con Nicola todavía en los brazos. No quería someterla al trauma añadido de dejarla en algún sitio si no los querían allí. Viga se había acercado por fin a Shadrach pero no había dicho nada, se limitó a contemplarlo hasta que el hombre apartó la mirada. Los rasgos estrechos de Viga, conservados a la perfección, no daban ningún tipo de pista, ni sobre su edad ni sobre su vida. Sus movimientos, concisos y controlados, no dejaban escapar ninguna insinuación de debilidad. Solo el pelo plateado y cortado al cero, levantado por delante y pegado al cráneo por detrás, revelaba algo sobre su personalidad.

La sala de espera le dio a Shadrach más pistas, ya que tenía la vistosidad bien planeada del escenario de un mago. Unas cortinas llenas de imágenes holográficas móviles de rostros (¿antiguos clientes?) enmarcaban ventanas holográficas colocadas en las cuatro paredes, cada una asomada a un estereotipo de tranquilidad: el mar, el desierto, las montañas, las selvas (estas últimas tomadas de películas antiguas). Las sillas no solo se adaptaban a la curvatura de la espalda del visitante sino que también hablaban con voces ronroneantes y agudas. La alfombra permanecía muda pero su espesa hierba también se apartaba y revelaba un sendero gris y elástico al primer toque de los zapatos del visitante.

Por fin Viga dijo:

—Venid conmigo. —Se giró y llevó a Shadrach y Vela a otra habitación más pequeña con una mesa de operaciones. Una caja negra rectangular aguardaba en la esquina, sobre un atril. La habitación carecía de cualquier insinuación de personalidad.

—Colócala ahí, con suavidad —dijo Viga.

Shadrach la posó sobre la mesa.

—¿Puede salvarla?

Viga bufó.

—Puedo salvar a cualquiera. Puedo resucitar a los muertos. —Arrancó la máscara que cubría el rostro de Nicola. Le abrió el ojo izquierdo y lo miró con atención tras encender un círculo de lámparas para que la luz cruzara como perlas su rostro. El ojo mecánico de Viga capturaba la luz, la interrogaba y luego la liberaba.



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