Velázquez. Vida by Bartolomé Bennassar

Velázquez. Vida by Bartolomé Bennassar

autor:Bartolomé Bennassar [Bennassar, Bartolomé]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Arte
editor: ePubLibre
publicado: 2012-01-01T00:00:00+00:00


UN DESARROLLADO ESPÍRITU FAMILIAR

Un gran número de documentos, cada uno de poca importancia por separado pero que constituyen un conjunto impresionante, demuestran la fuerza de la solidaridad familiar en el seno del clan Pacheco-Velázquez-Mazo. Las relaciones de Velázquez con sus suegros siguieron siendo buenas, incluso estrechas, hasta el final. En 1626, Velázquez trató de hacer que se nombrara a su suegro pintor del rey aprovechando una vacante. Fracasó, probablemente porque su influencia sobre el rey era todavía débil. Es por Pacheco por quien conocemos sobre todo los detalles de su primer viaje a Italia; hubo por tanto correspondencia entre ambos. Podría sorprender que Velázquez no asistiera a los funerales de su suegro en 1644. Pero a la sazón estaba con el rey en Fraga, en Aragón, donde pasó tres meses. Y su padre, Juan Rodríguez, se encargó de las formalidades del entierro. Además, la suegra del pintor, María del Páramo, dejó entonces Sevilla y se fue a vivir a Madrid con su hija y su yerno, y con ellos permaneció hasta su muerte, unos dos años más tarde, en noviembre de 1647[5]. En sus testamentos, Pacheco y María del Páramo nombraron herederos a Juana, su hija, y a Diego.

Velázquez dio seguras pruebas de solicitud hacia su propia familia. Aunque no disponemos de ningún documento que se refiera a su madre, no es así en lo que concierne a su padre, su hermana y sus hermanos, por supuesto los que vivieron. Varios autores precisan que regaló a su padre tres oficios de secretario en Sevilla (¿obsequios del rey?), cada uno de un valor de 1000 ducados, y hay certeza en cuanto a que la situación de Juan Rodríguez era mejor al final de su vida. Por otra parte, es en la última etapa de su vida cuando los padres de Velázquez tuvieron un esclavo a su servicio. Añadamos que las relaciones entre padres y suegros eran buenas. Juan Rodríguez, que sobrevivió a su esposa, testa a favor de su hijo Diego, su hija Francisca —sus únicos hijos vivos— y su nieto Cristóbal de la Cueva, hijo de Juan.

Sin embargo, es sobre todo con sus hermanos Juan y Silvestre con los que Diego desempeñó un papel protector. Muchos especialistas (Enriqueta Harris entre otros) han llegado al convencimiento de que Juan, «pintor de imágenes», del cual no se conocen obras personales, trabajó en el taller de su hermano en Sevilla primero y en Madrid después, hasta su primer viaje a Italia. Me permito una repetición: en 1627, cuando Juan, «pintor de imágenes residente en esta corte», reivindica la exención del servicio de los millones, tiene como testigos a su hermano Diego, a otro pintor del rey, Angelo Nardi, amigo de Diego, y a Francisco Jamete, pintor del cardenal infante. Si Juan volvió a Sevilla en 1629 fue a causa de la marcha de su hermano a Italia y el cese de actividad del taller. Se reunió con su mujer y sus hijos, que vivían entonces con los padres de Juan y a sus expensas, como recordará Juan Rodríguez en su testamento de 1647[6].



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