Una nulidad de hombre (Nuevos Tiempos) (Spanish Edition) by Fatos Kongoli

Una nulidad de hombre (Nuevos Tiempos) (Spanish Edition) by Fatos Kongoli

autor:Fatos Kongoli [Kongoli, Fatos]
La lengua: spa
Format: azw3
ISBN: 9788415803034
editor: Siruela
publicado: 2013-02-13T16:00:00+00:00


12

El hombre se acostumbra con facilidad a la condición de bestia porque, según se admite, es un ser tremendamente adaptable. Tras la fallida intentona de volar en caída libre aquel claro día de abril, todo se simplificó como por arte de magia. Mi único objetivo era ahora existir, de cualquier modo y a cualquier precio. Existir para asumir mi propia inferioridad. Para sentir el desprecio de los privilegiados, de aquellos que, para suerte suya, no tenían ningún tío materno fugado ni habían tenido amistad con ningún hijo de Fulano. Vivir por vivir. En ese estado, basta un trozo de pan para que le des gracias a Dios siete veces al día. Yo no se las daba porque no creía en Dios. Pero empecé a creer en nuestro Minizeus, el jefe de brigada de la planta, soberano de seis demonios con cuatro bandos. Donde hay demonios y bandos, la existencia se complica, no importa cuán pacíficos sean los demonios y cuán benévolos los bandos. Los luciferes de mi planta, como era de esperar, ni eran pacíficos ni benevolentes sus bandos. Se armaban peloteras a diario por pequeñeces que llegaban a alcanzar dimensiones cósmicas.

Los optimistas no tardaron en tomarla conmigo. Me tocó. Quién sabe si por haber sido universitario o porque oyeron hablar de mis hazañas, de las que se continuaba murmurando. A lo mejor porque, con la intuición de los de su ralea, se olieron que podía ser presa fácil comparado con el excobrador o el expreso político. Sea como fuere, la tomaron conmigo con una inquina inexplicable. Como rateros de la capital que eran, tenían un alto concepto de sí mismos, pero olvidaban que yo era un chaval de extrarradio. Y a un chaval de extrarradio, incluso universitario, podía achacársele cualquier debilidad, salvo la relativa al uso de los puños y de la navaja. Mi amor propio no me permitía pedirles ayuda a los compañeros de la infancia. En su mayoría, deambulaban por las calles sin trabajo buscando camorra; llevaban navajas, puños de acero y eran capaces de obligar a los rateros a no volver a pisar nunca más por allí. No quise ir a buscarlos. No quise por una razón que puede mover a risa: su jefe continuaba siendo Fag, el de mi infancia. Mucho había llovido desde entonces, pero cada vez que nos encontrábamos nos lanzábamos penetrantes miradas y sentíamos que entre nosotros nada había cambiado. Permanecía inamovible la relación de entonces. Pero lo que no fui a pedirles a los antiguos compañeros, lo conseguí en cierto modo de Minizeus, el jefe de brigada Y. Z. Él tenía potestad para controlar la situación sin puñetazos. Bastaba una palabra suya para alargar otros seis meses el trabajo de los rateros en la planta de trituración. Minizeus era también del extrarradio y conocía su oficio. Me ayudó. Y yo le invocaba.

El enfrentamiento con los optimistas se produjo por circunstancias totalmente imprevistas. Ni el propio Minizeus tenía potestad para impedirlo, y menos yo. Ocurrió cuando de forma inesperada entró en escena Linda.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.